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Domingo 14 de enero

Por Atilio Pizarro ss.cc.

1 S 3,3b-10.19; 1 Co 6,13c-15ª.17-20; Jn 1,35-42

Siempre la experiencia de conocer a alguien nos marca la vida. Ya sea el conocer a un hijo después del parto o cuando conoces a las personas que sientes que puede ser un compañero de camino y te proyectas. Es esto lo que vemos con mayor claridad en las lecturas de este 2° domingo del año, que es la experiencia de conocer a una persona que es capaz de cambiar nuestra vida.

Por un lado vemos en el primer libro de Samuel, que este hombre escucha una voz que lo nombra y que él piensa que es Elí y se acerca a él preguntando varias veces qué quiere sin tener respuesta. Hasta que este hombre mayor se da cuenta que es el mismo Dios que le habla, e invita al joven que al momento de escuchar su nombre simplemente responde: “…habla, Señor, porque tu servidor escucha…” es esa experiencia que toda persona que es llamado por su nombre queda sorprendida al escuchar al Señor.

Y seguramente, es la misma experiencia que sintieron los discípulos de Juan cuando este les dice que Jesús es el cordero de Dios, porque lo siguen inmediatamente, porque esa indicación es la que ayudó a estos discípulos a acercarse a Jesús y que este les preguntara qué quieren; con una respuesta muy simple que es saber dónde vivía. Quedaron tan marcados que dejan como hito importante la hora de ese encuentro “…pues era alrededor de las cuatro de la tarde…” uno de estos discípulos se llamaba Andrés, quien le mostró a su hermano Simón al maestro, y quien lo llamara Cefas que se traduce a Pedro.

Es interesante que estas lecturas que nos acompañarán este domingo sea un anticipo para los días previos a la visita del papa Francisco, sucesor justamente de este apóstol: Pedro. Francisco viene a motivarnos a seguir caminando tras las huellas de Jesús. Estará con nosotros el hermano que nos preside en la caridad y nosotros lo recibiremos como Iglesia que peregrina en Chile para poder contarle nuestras alegrías: en especial por la manera que hemos querido acercarnos a nuestros hermanos inmigrantes, queriendo construir una Iglesia más pobre entre los pobres como se construye en la poblaciones, en el campo. Una Iglesia morena más cercana a los pueblos originarios, a las mujeres, a los ancianos, y también dando pequeños pasos de acercarnos a nuestros hermanos de la diversidad sexual y otros excluidos. Pero también nuestras penas, frustraciones y por qué no decirlo, para pedir perdón por tantos pecados que hemos cometido como Iglesia, en especial por los casos de abuso sexual que el clero y que lamentablemente nuestra jerarquía ha callado. Ya que esto nos duele, pero a la vez nos anima a querer y a trabajar por una Iglesia más libre que tiene la capacidad de saber que el único camino es Jesús.

Por último, teniendo la intención junto a Francisco, decirle al Señor aquí estoy, aquí estamos como Iglesia para hacer tu voluntad y no la nuestra. Sino la de ir anunciando con nuestra vida el Reino de Dios aquí en tierras chilenas, pero al mismo tiempo denunciar tantos anti-reinos que a veces quieren dominar en nuestra sociedad y en nuestra Iglesia chilena.