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Hasta Inca de Oro llegó la misión vocacional 2017

Por Pastoral Vocacional SS.CC.

La Misión Vocacional es una actividad que ya tiene varios años -casi 10, de hecho- y que se ha realizado ininterrumpidamente desde que comenzó. En cada oportunidad, se ha tratado de formar un pequeño pero compacto grupo misionero, compuesto por jóvenes y hermanos de la congregación. La idea, en pocas palabras, es preguntarse por el querer de Dios para cada uno en el momento presente de su vida -¡y también para el futuro!- abriéndonos al discernimiento de la propia vocación en el mundo y conociendo más de cerca la particularidad de la vocación religiosa vivida al modo Sagrados Corazones. Todo esto, claro, en un escenario propiamente de misión, en contacto con la realidad de alguna comunidad aislada o más desprotegida, tratando de ir donde la compañía y el cariño no siempre llegan a tiempo.

Este año, el lugar escogido fue el pequeño pueblo de Inca de Oro (Región de Atacama, a 50 kms. de Diego de Almagro), un sencillo escenario donde los habitantes son, en su mayoría, personas adultas y vinculadas al mundo de la minería, sobre todo en su versión más artesanal: los pirquineros. Allí existe la comunidad “San Lorenzo”, una pequeña capilla perteneciente a la Parroquia Espíritu Santo de Diego de Almagro (acompañada por la congregación), sostenida -como tantas otras comunidades- por el trabajo de mujeres comprometidas con la iglesia y con su pueblo.

De ahí que la misión, entonces, adquiriera una dinámica propiamente nortina, sumergidos no solo en el paisaje del árido desierto, sino también en todo lo que este representa: el silencio, la amplitud, la posibilidad de encontrarse con el Dios creador. Y así fue para todos los que vivimos la misión, en especial para los tres jóvenes que participaron de ella: Claudio Martínez y Francisco Catalán (ambos de La Unión), y Alan Lezcano (argentino, venido de Libertad, Merlo). Así lo expresaron al concluir la semana:

«Fue una de esas experiencias que te enseñan una infinidad de cosas, pero a la vez te dejan una gran cantidad de interrogantes que te hacen cuestionarte realmente lo que Dios quiere de ti». (Francisco)

«Perderse en el desierto fue un momento de encontrarse con uno mismo, un lugar en el cual uno podía sentirse bien con uno mismo y también pensar varias cosas que hay en los momentos de la vida. También fue muy lindo conocer a personas agradables, como las tías de la capilla, que nos acogieron como si fuésemos sus hijos». (Alan)