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NI INGENUOS, NI CATASTRÓFICOS

Por Guillermo Rosas ss.cc.

La hora que vive la Iglesia en Chile es seria. Es una OPORTUNIDAD extraordinaria que se nos presenta, para que TODOS sus miembros nos pongamos a trabajar por una Iglesia mejor. Para que se parezca más a la comunidad que Jesús quiso formar: la de mujeres y hombres que, convencidos de la maravilla del evangelio, frágiles y limitados como todos los seres humanos, pero animados por la fe y movilizados por las promesas de Dios, se empeñen en construir un mundo justo y bueno para toda la humanidad.

Las altas expectativas que se han manifestado sobre los cambios venideros son a la vez necesarias y peligrosas. Necesarias, porque sin metas desafiantes, sin sueños ni horizonte, no podemos caminar. Los cristianos sabemos de eso: queremos gastar nuestra vida para que el reinado de Dios, que TODAVÍA no está en plenitud, YA se haga presente. Tener claro hacia dónde queremos ir como Iglesia es fundamental en esta hora. Sinodalmente, con la colaboración de todos y todas, habrá que renovar, destruir y reconstruir, extirpar y sembrar, para ir a fondo en lo que debe cambiar y caminar todos en esa dirección. Con obispos con olor a oveja, centrados en Jesús, empáticos con la sociedad chilena real. Con curas, religiosas y religiosos que nunca olvidemos que fuimos llamados por el Señor a servir, no a servirnos.

Pero las altas expectativas también podrían ser peligrosas, si fueran irreales o utópicas. Hay que arar, como se dice, “con los bueyes que hay”. Es decir, con realismo, aunque sin olvidar las metas desafiantes. Con perseverancia y sin querer que todo suceda al tiro. Con amor al prójimo, aunque sin condescender con el mal, con el terrible mal, que muchas personas de Iglesia han hecho.

En suma, ni ingenuos, ni catastróficos en esta hora decisiva. De todos depende que esta oportunidad no se diluya. La tarea es dura, más de lo que parece. ¿Seremos capaces de llevarla a cabo? Quiero creer que sí, y quiero comprometerme con ella. ¡ESPÍRITU SANTO, VEN!