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Una pastoral Juvenil de calidad

Por Alex Vigueras ss.cc.
Superior Provincial

La pastoral juvenil (PJ) es, tal vez, uno de los ámbitos pastorales más complejos: la adhesión cambiante de los jóvenes, la dificultad para adaptar los planes formativos a generaciones siempre distintas, la dificultad para generar un espacio atractivo para jóvenes que tienen varios -y seductores- frentes de participación.

En la provincia hemos estado preocupados con la baja en el número de jóvenes de nuestras pastorales juveniles y, por eso, nos hemos empeñado en abordar con seriedad esta dificultad para ver cuáles son los problemas y proponer soluciones.

Uno de los caminos de solución es la Escuela de Formación en Pastoral Juvenil SS.CC., que tuvo su primera edición el fin de semana del 3 al 5 de marzo recién pasado. En efecto, se reunieron más de 100 jóvenes para aprender a ser animadores y asesores de PJ. Me parece que los elementos más relevantes de esta experiencia son:

  1. Todos juntos (y revueltos). A esta Escuela de formación llegaron jóvenes de todas nuestras obras: CPJs, colegios, parroquias, de Chile y Argentina. Hemos visto cómo es enriquecedor el encuentro de jóvenes de diversas realidades sociales y pastorales. La diversidad no es una dificultad sino un elemento que enriquece. Creemos que es posible el encuentro, el trabajo en común, la amistad entre jóvenes muy distintos. Esta comunión es más que un elemento fortuito. Hay aquí una especie de laboratorio de aquello que queremos vivir en nuestras pastorales… más todavía: aquello que queremos proponer para la sociedad. En efecto, creemos que todo tipo de segregación nos empobrece. Apostamos, por ello, a una comunión posible no solo entre iguales o parecidos, sino entre aquellos que son realmente diferentes. Esa es la comunión que hace posible el Espíritu del Resucitado.
  2. La necesidad de un método. Uno de los problemas más comunes en las PJs es la improvisación: pastorales excesivamente lúdicas y con poco contenido, pastorales que no tienen un itinerario temático definido. Por este camino se pueden generar espacios atractivos, pero solo al inicio. Creemos que un método es esencial si queremos proponer a los jóvenes un itinerario formativo serio, que realmente acoja y transforme sus experiencias de vida. Un método que nos ayude a ir más allá de lo puramente emocional, que aborde a los jóvenes desde la integridad de lo que son y viven: lo personal, lo comunitario, lo social y lo espiritual. Un método experiencial que surge de las vidas concretas de los jóvenes y vuelve a ellas para animarlas e iluminarlas con la luz del Evangelio.
  3. La centralidad de la experiencia de fe. A menudo en la PJ cometemos el error de dejar en un segundo plano la dimensión espiritual: “No les hablemos de la fe porque se nos van a ir”, “dejemos lo que tiene que ver con la fe para más adelante”, “no los invitemos a la misa todavía”. Al contrario, queremos que la dimensión espiritual sea el eje que atraviesa todo lo que hacemos en la PJ, que sea lo que le dé sentido, peso, horizonte a las búsquedas en los planos personal, social y comunitario. Queremos formar jóvenes no solo con una consciencia crítica, no solo con vocación a la vida comunitaria. Queremos que los jóvenes descubran a la persona de Jesús y su evangelio como camino de vida. Que en su persona se abran al misterio de Dios y a la acción del Espíritu que conduce sus vidas y la historia.

El domingo, cuando ya la escuela había terminado, le pregunté a varios jóvenes cómo había sido la experiencia. Me llamó la atención aquello que las palabras no podían decir: un brillo en los ojos, una sonrisa pegada en los labios, abrazos y gestos de cariño de unos a otros. Y una vez más lo supe: por aquí anduvo soplando el Espíritu…