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Colombia: Nuevo gobierno trae esperanza al pueblo y a la iglesia para construir la paz

Colombia es un país creyente y las nuevas autoridades del Gobierno asumieron invocando a Dios. También la gente lo percibe como una propuesta de país que encarna los valores cristianos, especialmente la dignidad humana, la justicia social, la paz, y el bien común.

Por ello, la iglesia velará por mantener sus lazos de unión con el nuevo gobierno y sobre todo se puso a su servicio para que los preceptos de la paz y la justicia sean la bandera de todos.

Así lo sostuvieron los obispos que con motivo de los 103 años de la coronación de la virgen de Chiquinquirá como Patrona de Colombia, quienes se reunieron el 9 de julio pasado en Chiquinquirá al occidente de Boyacá.

En la oportunidad, Luis Felipe Sánchez Aponte, obispo de la diócesis de Chiquinquirá, en Boyacá, sostuvo que “durante esta reunión de la Conferencia Episcopal nos reunimos para conversar y discutir alrededor de varios temas, y como primera medida, hablamos de la realidad nacional. Entre tanto entendemos la entrada de nuevo presidente elegido por los colombianos».

Añadió que «nuestra actitud como obispos es cumplir la misión, anunciar la paz, contribuyendo a los procesos de paz y al llamamiento del papa a respetar la casa común, de tal manera que respetamos profundamente el gobierno que venga”.

Asimismo, el 4 de agosto último, en un Encuentro Interreligioso, organizado por la Conferencia Episcopal, los líderes religiosos señalaron su compromiso para seguir trabajando unidos en la construcción de escenarios de paz que lleven a la reconciliación nacional.

Nuevo Gobierno

La asunción a la presidencia y vicepresidencia de Colombia, de parte de Gustavo Petro y Francia Márquez, respectivamente, este 7 de agosto en Bogotá, ha sido un momento histórico para muchas generaciones de colombianos. Desde comienzos del siglo XX la oligarquía de este país jamás dejó llegar al poder a un presidente socialista. Prueba de ello es la larga lista de líderes progresistas asesinados.

Por ello, los gritos de ¡Petro amigo, el pueblo está contigo! en la plaza de Bolívar para su toma de posesión como presidente, fueron lanzados con fuerza por la multitud, más cuando los estilos tradicionales de una ceremonia protocolar fueron dejados de lado por un acto que representó el sentir de la gente.

La vicepresidenta, Francia Márquez también fue ovacionada pues encarna la “dignidad” del pueblo más sufrido de Colombia –los nadies y las nadies– jurando fidelidad a la responsabilidad que le confían como vicepresidenta: “hasta que la dignidad se haga costumbre”, señaló, una frase que nació en el estallido social de Chile, en 2019.

Como gesto de lo anterior, una de las invitadas especiales al cambio de gobierno fue Kelly Garcés, una trabajadora del aseso de la ciudad de Medellín, coloquialmente llamada «barrendera». Durante la campaña presidencial, la mujer había sido fuertemente increpada por un hombre por apoyar a quien hoy es el Presidente de la República. Días después, Petro la visitó en su casa y le prometió que si ganaba, la invitaría a su acto de posesión, lo que se concretó ayer en la plaza de Bolívar.

Este cambio de mando se realiza en un contexto de un país que vive un momento único, porque el tribunal especial producto del Acuerdo de Paz está emitiendo continuamente las confesiones de militares y exguerrilleros reconociendo sus delitos.

Al mismo tiempo, la Comisión de la Verdad está presentando su informe final, un extenso y complejo material que pretende ser el retrato más actualizado de Colombia.

Por ello, los obispos tienen una franca esperanza de que este gobierno construya efectivamente la paz con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) que lideró la guerrilla por más de 30 años en Colombia.

Además, Colombia es un país creyente y las nuevas autoridades del Gobierno asumieron invocando a Dios. También la gente lo percibe como una propuesta de país que encarna los valores cristianos, especialmente la dignidad humana, la justicia social, la paz, el bien común.

Presencia SS.CC.

La historia de la presencia de los religiosos de la Congregación de los Sagrados Corazones en Colombia, empezó con la llegada del P. Adalberto Vanfrachem, ss.cc. a Bogotá en enero de 1962, procedente del Perú. Era belga y murió en Medellín (Colombia) en 1971.

La Congregación tiene una larga historia de trabajo pastoral en Medellín y Bogotá, siendo en la actualidad parte de la provincia Andina de los Sagrados Corazones (hermanos) que la integran las comunidades de Colombia-Puerto Rico, Ecuador y Perú.