A 51 años ya de su creación, la comunidad de San Pedro y San Pablo se reunió para recordar la historia de estas poblaciones y las esperanzas y desafíos que vienen por delante. Fundada por el padre Esteban Gumucio en 1964, esta parroquia alberga a más de 30 comunidades en este sector de La Granja.
Publicamos aquí la homilía del párroco de San Pedro y San Pablo, René Cabezón, que compartió con los cientos de hermanas y hermanos que llegaron a la sede parroquial desde las capillas que integran esta comunidad de San Pedro y San Pablo. A ellos la gratitud por mantener este espacio vivo y lleno del evangelio de Jesús.
Estimados amigos/as y hermanos/as en la fe:
Nos reúne una vez más a propósito de las figura de los apóstoles Pedro y Pablo, con los cuales han caminado muchos creyentes de esta porción de la Iglesia de Santiago, por más de 51 años.
Han sido años de alegrías y esperanzas, también de penas y preocupaciones.
Ayer nos preocupaba:
– La calidad de vida que se estaba asentando en estos nacientes barrios del sector a través de clubes deportivos y adultos mayores, centros de madres, policlínicos, escuelas, bomberos, policías y demás servicios públicos como la luz y el agua potable.
– También animaba a los pastores de esa época difundir y compartir las nuevas ideas venidas de las reflexiones del concilio Vaticano II. Aquí muchas de esas ideas se ponen en práctica hasta el día de hoy, de la mano del guía espiritual de muchos, el recordado y querido Padre Esteban, en esa época flamante párroco, con 50 años recién cumplidos.
¿Qué animaba a los hermanos de ayer?:
Al igual que nos decía Pedro en la 1era lectura: “No tengo plata ni oro, pero te doy todo lo que tengo: en nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y camina”.
Sí, los religiosos/as de la primera hora, trajeron y se encontraron con Jesucristo vivo en estos lugares. Y era y sigue siendo un Jesús que los invitaba a organizarse y “levantarse” en su dignidad herida por el empobrecimiento injusto. Así lo confesaba Esteban en una carta que tenemos colgada en nuestras comunidades: “para esta festividad, mi corazón agudiza la memoria de muchos rostros que vuelvo a mirar con mucho respeto y cariño. Uds. nos pueden imaginar cuantas veces he visto rasgos de nuestro amigo y Señor Jesús en cada uno de uds… Tú me traes a Cristo que se asoma por tus ojos bondadosos, o me traes Cristo en su pobreza o en su dolorosa pasión.”
También los animaba a que ustedes asumieran el protagonismo laical tanto en su parroquia como a nivel diocesano. Los invitaba a que fueran laicos que asumieran su compromiso en la sociedad, en la política, en su comuna, en definitiva, que fueran “sal y luz del mundo, y levadura en la masa”.
También nos decía que nos inspiráramos con la utopía del Reino de Dios-Padre, que Jesús nos invita a “pedir que venga su Reino” (en la oración del Padre Nuestro), a construir Fraternidad y Justicia, pues lo demás vendrá por añadidura. Esteban nos decía en la misma carta: No importa que sean pequeñas y pobres las comunidades que van naciendo en nuestros rincones: nosotros creemos que son semillas y están brotando, ganándole terreno al egoísmo poderoso de los “sin” compasión, “sin” justicia, “sin” respeto al pobre”.
Y como decía Pablo a los Gálatas: La buena Noticia que les prediqué no es cosa de los hombres,…sino revelación de Jesucristo”. Ese es el sentido de una parroquia ayer y debe seguir siendo hoy.
Hoy día el mundo ha cambiado mucho y también la iglesia, su prestigio principesco ya no es el de antes. Hoy se empieza a parecer más a los orígenes, menos fama, menos poder, menos oropel, pero debe ser más hogar, más santuario, más samaritana, y mas misionera. ¿cómo? siendo una Iglesia como un “hospital de campaña”, ha dicho el Papa Francisco, que acoge y recibe a los heridos, a los “votados” o descartados” por el sistema imperante. Por eso el Papa Francisco nos ha invitado a ser una “Iglesia en salida”, desinstalada.
Seguimos desafiados a no ser una parroquia que discrimine, que acoja a los alejados, que sea “puente” entre los de un lado y otro del desarrollo y la equidad, pero sobre todo que nunca olvidemos que nuestro criterio de la pastoral debe ser: “los favoritos del Señor”: Los pobres, los enfermos, los pequeños, los frágiles.
Quiera Dios, y con la ayuda de muchos insignes hombres y mujeres que nos precedieron en estos servicios pastorales podamos ser fieles a este llamado de ser “Discípulos-misioneros, donde nunca nos cansemos de decir, especialmente en el mundo de hoy: “el que hombre y la mujer valen, por lo que vale su corazón, y su dignidad de hijos/as de Dios”.
Que Dios y los apóstoles Pedro y Pablo, nos ayuden en el porvenir que como siempre estará lleno de desafíos y novedades. Si Dios quiere, un albergue–hospedería definitivo que devuelva la dignidad perdida a nuestros vecinos de la calle, un templo nuevo, y el avance del proceso eclesiástico en el Vaticano, del reconocimiento del Siervo de Dios, padre Esteban Gumucio como ejemplo para el mundo entero, como modelo de “pastor con olor a oveja”, entre otros hitos que nos pueda regalar el Señor.
Por último, quiero reiterar como párroco y a nombre de los sacerdotes y diáconos, nuestra gratitud a todos los laicos por el trabajo y compromiso con sus comunidades. Sabemos de sus desvelos en las pastorales sociales, catequéticas, grupos de fraternidad y diversos servicios abnegados y silenciosos como las decenas de visitadoras del 1%; también por cierto, al personal de la secretaría parroquial y a los/as sacristanes que día a día se desvelan más allá de sus compromisos contractuales. Mil gracias de verdad y de corazón. Sin todos ustedes esta parroquia no podría prestar los enormes beneficios que brinda a la comunidad en nombre del Señor de la Vida.
Amén.