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Domingo 13 de septiembre de 2015

Is 50,5-10; St 2,14-18; Mc 8,27-35

Por Sandro Mancilla ss.cc.

La cruz vuelve a aparecer. Esta vez como un anuncio y un desafío. Jesús anuncia que va a tener que sufrir mucho y ser rechazado. Es un anuncio difícil, trágico, que no es comprendido a cabalidad por Pedro quien tiene una reacción entendible pero muy alejada del conocimiento de su amigo y Señor a pesar de haberlo proclamado como Mesías.

Se trata claramente un punto decisivo en la relación de Jesús con sus discípulos, especialmente con Pedro. Pero, ¿cómo podrán los discípulos conocer el alcance del anuncio de Jesús y asumir el desafío que les plantea?

Para nosotros, en cierto sentido, es más fácil que para los discípulos, pues los otros textos de la liturgia de hoy nos ayudan y conocemos, además, el cumplimiento del anuncio. En otro sentido, las consecuencias de esta palabra de Jesús para nuestra vida serán siempre una dificultad.

50ordinarioB21Al escuchar la primera lectura no podemos dejar de relacionar el canto del servidor sufriente al futuro que Jesús prevé para sí en el evangelio. Los golpes, los ultrajes, nos traen a la mente al mismo Jesús en su pasión y su cruz. Pero no solo, puesto que el profeta pone en labios del servidor también la confianza, el abandono en la ayuda de Dios y en su justicia, tal como Jesús lo hizo en la cruz.

El anuncio de Jesús a sus discípulos de su mesianismo sufriente es el camino para la verdadera fe, aquella que es expresión de la confianza ciega en Dios que nunca abandona.

De aquí también se desprende el desafío que Jesús le lanza a sus discípulos «el que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.» y el programa de la vida cristiana: «porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará.»

Asumir la cruz significa entregar la vida, darla por amor, no ahorrarse nada para sí, de donde nacen también las verdaderas obras de la fe de las que nos habla el apóstol Santiago en su carta y que harán vida los apóstoles cuando asuman su misión después de la muerte y resurrección de su Señor y Maestro, Jesús.