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Bautismo del Señor

Is 40,1-11; Tit 2,11-14; Lc 3,15-22

  • El sentido de esta celebración litúrgica

Se trata de una fiesta relativamente nueva (unos 50 años). Antes, junto con la revelación de Jesús niño como Rey de los judíos hecha a los Magos por medio de la estrella, la fiesta de la Epifanía incluía otras dos «manifestaciones» de Jesús: la primera revelación de «su Gloria» a sus discípulos por medio del milagro de Caná, y la revelación del ser y de la misión de Jesús en el contexto de su bautismo por Juan: revelación contenida en la escena de los cielos abiertos, de la bajada del Espíritu Santo y sobre todo de la voz del Padre. Fue la reforma litúrgica pos – conciliar la que destacó el episodio del Bautismo de Jesús dándole el carácter de una festividad específica en el domingo siguiente al de Epifanía.

Es muy significativo que «la voz del Padre» sea la reproducción del comienzo del primero de los «Cánticos del Servidor del Señor» en el libro de Isaías; solo que en vez de decir «mi Siervo», dice «mi Hijo amado». Se destaca así que la misión mesiánica de Jesús no se va a desarrollar según el esquema de un rey triunfante, sino según el de un profeta sufriente y humillado; pero se subraya que Jesús la llevará a cabo no como un esclavo de Dios, sino como su Hijo amado, animado siempre por el Espíritu de Dios. La escena, pues, tiene todos los caracteres de la investidura solemne y celestial de Jesús en las vísperas de su actuación pública (comparable a las «vocaciones proféticas» de Isaías, Jeremías y Ezequiel).

  • El bautismo de Jesús

Todo lo dicho plantea insoslayablemente una pregunta ¿Por qué esta investidura solemne de Jesús tiene lugar al ser bautizado por Juan Bautista? Y, en última instancia, otra: ¿por qué Jesús se sometió al «bautismo de conversión» que proclamaba y administraba Juan Bautista?

Jesús no disimuló las diferencias de estilo y de enfoque que lo separaban de Juan. Pero había dos cosas en su mensaje con las que estaba plenamente de acuerdo: 1º Que se estaba en una hora decisiva de la historia del pueblo de Dios, y 2º que esto significaba la exigencia de una conversión personal intransferible, sin que bastara, para estar a la altura de la inminente revelación de Dios, con pertenecer a la descendencia de Abraham, siendo indispensable abrirse a ese inminente «futuro de Dios», sin condiciones y sobre todo sin pretender esgrimir frente a Dios unos «derechos» basados en los propios méritos.

A esta luz se comprende el hecho de someterse Jesús al bautismo de Juan como un acto de solidaridad con quienes experimentaban la necesidad de expresar pública y visiblemente una actitud de disponibilidad incondicional frente al señorío absoluto de Dios. El someterse al bautismo de Juan fue para Jesús una opción profundamente coherente con el estilo de «Servidor» que se humilla, que no aleja de sí a «los pecadores», sino que comparte con ellos, hasta comer y beber juntos; es una opción que ya implica la voluntad de no quebrar la caña trizada y de no apagar el pabilo todavía humeante; es una opción que ya pre-anuncia su muerte entre dos bandidos.

  • Nuestro bautismo

El bautismo cristiano nos incorpora a la persona de Jesús, e implica que debemos hacer nuestras sus actitudes esenciales y características. Creo que con lo dicho podemos discernir si nos mueve le mismo espíritu que reveló Jesús al bautizarse en el Jordán junto con los pecadores, y que Dios corroboró con su voz desde el cielo.