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Mes de María: La relación de Jesús con su Madre por Sergio Silva sscc

Nuestro hermano puntualiza en este texto, que a pesar de que la Virgen María es poco nombrada en los pasajes bíblicos, su presencia es fundamental en nuestra historial eclesial

“Al buscar hoy la figura de María en los Evangelios podemos sufrir una extraña sorpresa: la sensación de no estar en un paisaje conocido, pues a María apenas se la nombra. Y esto contrasta con las expresiones habituales de nuestra fe católica, sobre todo en el pueblo, una de cuyas fórmulas religiosas más hondamente arraigadas dice: «Creo en Dios y la Virgen», el texto que da inicio a la reflexión realizada por Sergio Silva sscc, en el contexto del Mes de María, el artículo se titula, “La relación de Jesús con su madre”, a continuación la publicación completa:

De hecho, Marcos sólo nombra dos veces a María. Cuando sus parientes salen a buscarlo porque pensaban que estaba «fuera de sí», el relato dice: «llegan su Madre y sus hermanos».2 Más tarde, cuando Jesús va a Nazaret, el pueblo donde se ha criado, y habla en la sinagoga el sábado, la gente admirada se pregunta: «¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? (Mc 6,3; ver p. Mt 13,55). En Mateo, fuera de estas dos veces, aparece María en las historias del nacimiento y la infancia de Jesús.3 En Lucas sólo aparece la primera de las dos veces en que la nombra Marcos; pero está además en los relatos de la anunciación, el nacimiento y la infancia de Jesús4 y en la alabanza que hace a la madre de Jesús una mujer del pueblo.5 Juan sólo habla de María en dos oportunidades: en el relato de las Bodas de Caná, al comienzo del ministerio público de Jesús,6 y al pie de la Cruz, cuando culmina la obra de Jesús.

No es sólo que en los Evangelios aparezca pocas veces; hay dos de estos textos en que Jesús parece, además, desvalorizar a su Madre: cuando afirma que su madre y sus hermanos son los que cumplen la voluntad del Padre8 y cuando, respondiendo a la mujer que ha proclamado dichosa a su madre, afirma: «Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan» (Lc 11,29).

Sin embargo, en estos pocos textos se nos dice mucho acerca de María, y su papel en la realización de Evangelio aparece como de primera línea.

De partida, esa aparente desvalorización de María en las dos palabras de Jesús que acabo de citar es precisamente eso: aparente. Porque en Lucas (que es el único que trae las dos palabras) María aparece como la mujer que cumple plenamente la Palabra de Dios. En la escena de la anunciación, María primero despeja sus dudas, referidas a su falta de relación con varón. Estas dudas parecen contradecir el hecho de que María ya estaba prometida a José; para evitar la contradicción, hay que suponer en María una decisión, necesariamente compartida por José, de virginidad. Una vez que aclara sus dudas, la respuesta de María es de una total entrega a la voluntad de Dios: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38).

Es ejemplar también su actitud ante la palabra de Dios en ciertos acontecimientos de su vida, que humanamente no comprende. No ha sido fácil para María asumir las circunstancias en que le toca dar a luz. Su niño nace en un establo, fuera del pueblo de Belén, «porque no había sitio para ellos en el hotel» (Lc 2,7). Estando ahí recibe la visita de los pastores. Para captar lo que está en juego en el relato, hay que despejar cierta ambigüedad que rodea a la figura del pastor en la Escritura. Por un lado, se la ha usado como imagen o metáfora del Rey, basándose en su función. En efecto, el pastor cuida a su rebaño y le da vida, conduciéndolo cada mañana del redil a los lugares donde hay pasto abundante y cada tarde de regreso a la seguridad y al calor del redil.9 En este sentido retoma Jesús la imagen y se la aplica a sí mismo.10 Por otro lado, sin embargo, de hecho el trabajo del pastor lo mantenía al margen del cumplimiento de la Ley: no podía guardar el sábado ni asistir a la reunión de la Sinagoga, porque las ovejas exigen sus cuidados cada día. De ahí que, en tiempos de Jesús, hayan sido muy mal mirados, sobre todo por los fariseos.

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