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Cardenal Celestino Aós acentuó problemas y desafíos de la vida consagrada

Una referencia a la vida religiosa, con sentido sinodal y un aporte a la reflexión, realizó el cardenal arzobispo de Santiago, Celestino Aós al concluir la asamblea de Conferre.

La 53a. asamblea anual de Conferre (Conferencia de Religiosas y Religiosos de Chile), se realizó del 18 al 20 de abril de 2023, en la comuna de Padre Hurtado. Esta concluyó con un mensaje de Conferre (leer aquí) y con una misa que presidió el arzobispo de Santiago, Cardenal Celestino Aós.

En la oportunidad, entre los temas que abordó el pastor, dijo que «es muy fácil hablar mal, censurar, desparramar rumores o caídas de los hermanos. Eso mismo envenena la convivencia en nuestras comunidades, en nuestras parroquias, en nuestra Iglesia».

Sobre la sinodalidad, don Celestino dijo, afecta «en nuestra manera de ser Iglesia”. Y añadió: «Por ahí se comienza, por el respeto; desde ahí hablamos de caridad. Y así podemos revisar, y mucho tenemos que revisar, el ejercicio de la autoridad en la Iglesia y en nuestras parroquias y comunidades».

El cardenal también explicó que «sabemos que no está siendo fácil la relación entre religiosos y religiosas y párrocos y aun a obispos. Es hora de trabajar todos para conocernos mejor, y para comprometernos en la colaboración de las iniciativas. El personalismo, el individualismo por muy eficientes que resulten, no son buenos caminos de construcción de comunidad y no son ciertamente caminos sinodales».

El texto completo de su homilía es el siguiente:

Homilía del cardenal arzobispo de Santiago, Celestino Aós Braco en la eucaristía de clausura de la 53ª. asamblea anual de la Conferre (Conferencia de Religiosas y religiosos de Chile.

Padre Hurtado, 20 de abril de 2023.

1.- El religioso testigo de Jesucristo hoy: Juan el Bautista habla acerca de Jesús. Habla con las palabras y habla con su vida y con su martirio. ¿Qué dice?

Proclama que Jesús es el enviado de Dios y, como tiene el Espíritu sin medida, dice palaras de verdad. Dice también que el Padre ama al Hijo y ha puesto todo en sus manos. Y dice que Quien cree en el Hijo tiene Vida eterna. ¿Hablamos nosotros acerca de Jesucristo? ¿Que decimos de él?

En un mundo enredado y desconcertado entre creer y dejar a Dios de lado porque parece que no nos escucha o que nos exige demasiado o que nos pide algo inhumano encontramos cristianos cansados, “El cansancio de los buenos”, ha escrito alguien. Y este fenómeno también se da en los religiosos y religiosas. Hay muchos fatigados por un trabajo excesivo, pero muchos más por un trabajo mal hecho. Y algo que desgasta y fatiga es trabajar sin saber cuáles son los resultados que debemos esperar: todos vivimos la tensión entre Dios y el diablo, entre la virtud y el vicio, y hay religiosos y religiosas que viven la constante tensión entre una profundidad mayor en su vida humanan y religiosa y la mundanización de criterios y estilos de vida.

Especialmente nuestras sociedades latinoamericanas, enjuician y encarcelan a los que les precedieron en el gobierno o la autoridad; por lo que hicieron o por lo que se les acusa por lo que dejaron de hacer. Para ello es necesario desarrollar y difundir teorías e ideologías que colocan como base. Y no es poco lo que esto ha contaminado la vida religiosa y la estructura eclesial, especialmente jerárquica. Algunos hasta le llaman abiertamente “profetismo”.

“La realidad chilena, como parte de la gran realidad mundial, ha continuado viviendo en los últimos años, procesos de profundas transformaciones sociales, culturales, políticas, etc. Que dejan la imagen de una sociedad en crisis, cambiante y en permanente ebullición. Vivimos un “cambio de época” que no tiene una dirección o planificación ordenada, sino que es un fenómeno plural, homogéneo y fragmentario. Esto causa gran impacto en la vida de las personas y en la vivencia social y complejiza la acción de las instituciones” (Borrador Orientaciones Pastoral 2023-2026).

Nuestra iglesia de Santiago tiene muchos doctores y maestros, expertos en teorías de religión y sensores, y condenadores. San Francisco de Asís en un tiempo que es muy similar al nuestro, nos insiste a sus frailes que somos enviados al mundo no para juzgar y condenar, sino que para proclamar las maravillas de Dios y para vendar a los heridos, consolar a los tristes, orientar a los desorientados. Pero bien sabemos que no pedía muchas palabras, sino obras: fray ejemplo es el mejor sermón. Y hoy nosotros, los religiosos y religiosas, tenemos que hablar de Jesucristo; pero tenemos que hablar con nuestras obras, con nuestro testimonio.

Algunos se quejan de que estamos perdiendo relevancia porque somos menos numerosos, más ancianos, cerrando obras etc. Hemos de preocuparnos y prever eso, pero hemos de preocuparnos más de que el religioso o la religiosa sea significativo por lo que es y no tanto por lo que hace. Mujeres y varones que desconciertan porque aman generosamente en un mundo de egocéntricos, egoístas, comerciantes; que viven la entrega de su sexualidad y afectividad en castidad, que comparten y usan las cosas y valoran los recursos no tanto en todo lo que puedo sino en lo que necesito y lo que necesitan los demás, que entregan su vida a Dios en una constante disponibilidad “aquí estoy para hacer tu voluntad”, “que se haga en mi según tu palabra” “envíame” …  Si nuestra vida y nuestras opciones no desentonan de las del mundo quiere decir que estamos traicionando nuestro propio ser de testigos de Dios y de trascendencia. Poner a Jesucristo en el centro significa vivir desde Jesucristo “y porque no vivamos ya para nosotros mismos, sino para El que por nosotros murió y resucitó, envió Padre al Espíritu Santo”. Descentrarse lleva a una fricción constante, pero un desgaste inútil que sólo hace ruido, pero no resulta de mayor eficacia.

Por eso nos proponemos “renovar nuestros procesos evangelizadores desde la centralidad de Jesucristo” (orientación 1). En esta tarea los religiosos y religiosas deben aportar muchísimo al resto de nuestra Iglesia de Santiago.

2.- El que Dios envió habla palabras de Dios: nos afirma el Evangelio: “El que Dios envió habla palabras de Dios”. Palabras verbales que debemos revisar, y purificar, porque ya el apóstol Santiago nos avisa de que no debemos andar mordiéndonos unos a otros. Es muy fácil hablar mal, censurar, desparramar rumores o caídas de los hermanos. Eso mismo envenena la convivencia en nuestras comunidades, en nuestras parroquias, en nuestra Iglesia. Nuestra orientación 2 dice: “Relaciones evangélicas y sinodalidad en nuestra manera de ser Iglesia”. Por ahí se comienza, por el respeto; desde ahí hablamos de caridad. Y así podemos revisar, y mucho tenemos que revisar, el ejercicio de la autoridad en la Iglesia y en nuestras parroquias y comunidades. Sabemos que no está siendo fácil la relación entre religiosos y religiosas y párrocos y aun a obispos. Es hora de trabajar todos para conocernos mejor, y para comprometernos en la colaboración de las iniciativas. El personalismo, el individualismo por muy eficientes que resulten, no son buenos caminos de construcción de comunidad y no son ciertamente caminos sinodales.

No me extiendo, pero quiero agradecer muy profundamente toda la generosidad de ustedes para participar en las iniciativas que desde el obispado se han propuesto, especialmente en el trabajo vocacional, en la pastoral de la misericordia, en la colaboración en tiempos de la pandemia etc. Muchas gracias y sigamos por esta senda de fraternidad y colaboración.

3.- “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”: hay quienes nos dicen “no insistan más, en pleno siglo XXI deben tener otros mensajes, tenemos ya la inteligencia artificial”. Con distintas formulaciones, pero con el mismo contenido estarán las orientaciones 3 y 4: “Al encuentro de la cultura, los pobres y los jóvenes” (orientación 3), “Promover una cultura del cuidado y buen trato” (orientación 4).

Ciento que nuestra vida de religiosos o religiosas va a tener cruz, en la convivencia de estar en el mundo sin ser del mundo, de amar al pecador y denunciar y detestar el pecado. Pero además hay un trabajo interior que el religioso o la religiosa sabe: es nuestra propia vida interior. Que nos capacita para sentiros amados por Dios y por los hermanos. Descuidar nuestro proceso, nuestras necesidades y crisis, nuestras debilidades y pecados, eso debilita nuestra entrega, nuestra alegría, nuestra capacidad de amar. Y amando es como usted será testigo de Jesucristo hoy.

La Virgen María nos ayude a ello.