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Ante la falta de sacerdotes, hay que incorporar a los laicos, afirmó Francisco en Lisboa

Comprendiendo el cansancio y el agobio que a diario viven los agentes de pastoral consagrados y clérigos, el papa Francisco en Lisboa los alentó a superar el pesimismo y a echar de nuevo las redes con esperanza.

«A veces, en nuestro camino eclesial», dijo en la homilía de las Vísperas que celebró el miércoles 2 de agosto, en el Monasterio de los Jerónimos de Belém, en Lisboa, «podemos experimentar un cansancio similar. Cansancio. Alguien decía: ‘temo al cansancio de los buenos’. Un cansancio cuando nos parece que entre las manos sólo tenemos redes vacías».

Luego anotó que «es un gran desafío, especialmente en los contextos en que los sacerdotes y los consagrados están cansados porque, mientras las exigencias pastorales aumentan, ellos son cada vez menos. Sin embargo, en esta situación podemos ver una ocasión para involucrar, con impulso fraterno y sana creatividad pastoral, a los laicos».

En su diagnóstico hizo referencia a que «a menudo se acentúa por la desilusión y la rabia que algunos alimentan en relación a la Iglesia, en algunos casos por nuestro mal testimonio y por los escándalos que han desfigurado su rostro, y que llaman a una purificación humilde y constante, partiendo del grito de dolor de las víctimas, que siempre han de ser acogidas y escuchadas. Pero, cuando uno se siente desanimado, y cada uno de ustedes, piense, ¿en qué momento han sentido el desánimo? Cuando uno se encuentra desanimado el riesgo es bajar de la barca y quedar atrapados en las redes de la resignación y del pesimismo. En cambio, confiemos en que Jesús continúa tendiendo la mano y sosteniendo a su amada Esposa. Por eso, llevemos al Señor nuestras fatigas y nuestras lágrimas, para poder afrontar las situaciones pastorales y espirituales, dialogando entre nosotros con apertura de corazón para experimentar nuevos caminos a seguir.

Francisco concluyó su mensaje, con un llamado explícito:

«Queridos hermanos y hermanas: a todos, laicos, religiosos, religiosas, sacerdotes, obispos, a todos, a todos: no tengan miedo, echen las redes. No vivan acusando «esto es pecado» esto aquí que no es pecado. Vengan todos, después hablamos, pero que sientan primero la invitación de Jesús y después viene el arrepentimiento, después viene esa cercanía de Jesús. Por favor, no conviertan a la Iglesia en una aduana: acá se entra, los justos, los que están bien, los que están bien casados y ahí afuera todos los demás. No. La Iglesia no es eso. Justos y pecadores, buenos y malos, todos, todos, todos. Y después, que el Señor nos ayude a arreglar ese asunto. Pero todos», concluyó.

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