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“El Tata Esteban sigue irradiando esperanza”

Durante la conmemoración de su pascua, el obispo Álvaro Chordi recordó con emoción al Siervo de Dios Esteban Gumucio, destacando su legado profético, su cercanía con el pueblo y su testimonio de fe sencilla y transformadora, como modelo de santidad para las nuevas generaciones.

Con un tono cercano y testimonial, en la homilía (que incluimos al final, después de las fotos) el obispo Álvaro Chordi valoró profundamente la reciente renovación del templo y el Memorial, agradeciendo a la Fundación Silva Bascuñán, a la Congregación de los Sagrados Corazones y a la comunidad parroquial por mantener viva esta casa de Dios como espacio abierto y digno al servicio del pueblo.

Al mediodía del domingo 4 de mayo, unas 300 personas participaron activamente en la fiesta celebrada en la parroquia San Pedro y San Pablo, la que se inició con la bendición que hicieron los celebrantes y representantes de cada una de las comunidades cristianas, de las remodeladas dependencias que lucían esplendorosas. Mons. Álvaro Chordi presidió la eucaristía y concelebraron Sandro Mancilla, superior provincial SSCC; Magín Vega, párroco de San Pedro y San Pablo; Alex Vigueras, vicepostulador de la Causa de Canonización; y los diáconos permanentes.

El obispo Chordi articuló su predicación desde el centro pascual de la fe: la resurrección de Cristo como experiencia transformadora y generadora de esperanza. Invitó a la asamblea a reconocerse también como “profetas de esperanza”, en continuidad con el legado espiritual del padre Esteban. En sintonía con las lecturas litúrgicas, destacó la valentía de los apóstoles tras recibir el Espíritu, y cómo el encuentro con el Resucitado cambia la manera de vivir, especialmente cuando se acoge con humildad la misericordia que restaura, como en el caso de Pedro.

Padre Esteban

En la segunda parte de su homilía, el obispo compartió su lectura reciente del libro de Matías Valenzuela (hermano SSCC fallecido), destacando algunos rasgos clave de su espiritualidad: su profunda amistad con Jesús, su vida sencilla y coherente, su opción por los pobres y su modo comunitario de vivir el ministerio. Valoró especialmente la cercanía del sacerdote con la vida cotidiana del pueblo, su participación en los encuentros matrimoniales y su capacidad de humanizar su ser sacerdote, especialmente en su relación con mujeres y familias.

El prelado subrayó también la fidelidad del padre Esteban a una Iglesia pobre, profética y muchas veces perseguida, fiel al Evangelio y capaz de denunciar las injusticias. Recordó su espiritualidad teresiana, vivida desde la humildad, y su modo de afrontar la muerte con confianza serena, destacando así su testimonio como un verdadero ejemplo de santidad para el Chile de hoy. En sus palabras, instó a fortalecer la devoción al Siervo de Dios y a orar por el avance de su causa de canonización.

Finalmente, Álvaro Chordi lanzó una interpelación clara a la comunidad: ¿cómo transmitir el legado del Tata Esteban a las nuevas generaciones? Invitó a renovar el compromiso con los últimos, los pobres y las víctimas, animando a que la vida y obra de este profeta de la esperanza siga irradiando en Santiago y en todo Chile. Con firmeza y ternura pastoral, concluyó: “Vamos a pedirle al Señor para que su carisma de los Sagrados Corazones se siga irradiando y afectando la vida de tantos. Que así sea. Amén”.

Bendiciones

La bendición de las obras incluyó el templo, sus paredes, piso, cielo, audio, iluminación y un techo en el Memorial del Padre Esteban. Además fueron refaccionadas las salas de reuniones, oficinas y capilla, con baños completamente nuevos y perfectamente equipados.

Los asistentes a esta misa recibieron un frasco de agua bendita para bendizar sus familias y hogar como prolongación del templo parroquial. También para encomendar a sus enfermos al Padre Esteban.

Las comunidades manifestaron su gratitud por la realización de estas obras agradecieron personalmente durante la misa a representantes de los trabajadores, empresa constructora y de la Fundación Silva Bascuñán, quienes también estuvieron presentes en las oraciones de la eucarístía.

Lo mismo ocurrió respecto del legado del papa Francisco y se oró en especial por la nueva elección del papa en Roma. Para este efecto, se inauguró una cadena de oración en las comunidades de la parroquia destinada a que el Espíritu Santo ilumine a los electores para que se continúa el camino sinodal en la Iglesia abierto por el Papa Francisco.

(Fotos de Nibaldo Pérez)

Homilía completa

A continuación la transcricpión de la homilía del Obispo Auxiliar de Santiago y Vicario de Pastoral, Álvaro Chordi pronunciada en la misa de aniversario 24° de la pascua del Padre Esteban Gumucio. Parroquia San Pedro y San Pablo, La Granja, 4 de mayo de 2025.

La última vez que estuve acá con ustedes, creo que fue en un bingo que organizaron para conseguir plata para mejorar el Memorial. Creo que se hizo en un colegio, en la esquina, pero yo no conocía la iglesia. Es preciosa.

— ¿Les gusta cómo ha quedado?
— ¡Sí! (responde la gente)

Y las salas, el Memorial con el techo y las bancas, todo. Bueno, qué alegría poder hacer coincidir esta renovación de las instalaciones parroquiales, gracias a la Fundación Silva Bascuñán, también a la propia Congregación de los Sagrados Corazones y, cómo no, a ustedes, a toda la parroquia. Creo que tener la casa de Dios digna y siempre abierta al servicio de todos y todas, es una gran alegría y un gran servicio para quienes viven alrededor de acá.

No sé cómo ustedes vivieron la Vigilia Pascual.

— ¿Qué tal lo vivieron?
— ¡Bien! (responde la gente)

De la noche a la luz, y desde entonces nos sigue presidiendo el cirio pascual, porque Jesús ha resucitado. Verdaderamente ha resucitado.

Y esa es la experiencia que portamos, que llevamos todos nosotros desde la Vigilia Pascual. Porque no solamente Gumucio, el Tata Esteban, es profeta de la esperanza, sino que nosotros, todos los que estamos aquí, somos también —o estamos invitados a ser— profetas y portadores de esperanza allá donde estemos, porque la esperanza nunca, nunca defrauda. Hemos escuchado la Palabra de Dios de este día; la liturgia nos ha dado una palabra muy rica.

La primera experiencia que vivimos, los que hemos sido resucitados —o vamos resucitando— es la experiencia de sentirnos transformados. Tú, después de la Noche Santa, de la Vigilia Pascual, del Domingo de Resurrección ¿te sientes verdaderamente transformada, transformado? Ya no están los apóstoles encerrados, ni ocultos, ni miedosos, puertas adentro, sino —como está esta puerta— están las puertas abiertas para que todos puedan entrar.

¿Qué les pasó a estos hombres miedosos, que estaban cerrados a cal y canto y que, a partir de entonces, al recibir el Espíritu del Señor, sus vidas fueron transformadas, se transformaron? Dice la Palabra: «Recibirán una fuerza que les hará ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines del orbe». ¿Cuál es esa fuerza? La fuerza del Espíritu. Una transformación total fue la que vivieron ellos. Pasaron de vivir encerrados y asustados a ser testigos creíbles, coherentes del Evangelio, hasta dar la vida.

Esto es lo que estamos celebrando hoy, Tercer Domingo de Pascua, en que nos aparecen tres veces las apariciones de Jesús. Por tres veces. O sea, como para decirnos: resucita ya, no sé qué necesitas para levantarte, para transformar tu vida y convertirte en Evangelio puro. A mí me parece que es admirable el testimonio de Jesús que dan los apóstoles, capitaneados por el mismo Pedro.

Incluso delante del sanedrín, de las autoridades religiosas, se atreven a decir —lo acabamos de escuchar—: «Dios resucitó a Jesús, a quien ustedes mataron colgándolo de un madero». Tener esa fuerza delante de la autoridad religiosa o política del momento y decir: tú te has cargado a Jesús, y decirle que tú lo has colgado en un madero… eso solamente nace de una fuerza interior llena del Espíritu del Señor. Y no solo eso: la primera lectura dice que, además, se sentían contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús. ¡Contentos!

¿Por qué? Porque tú, cuando tienes un proyecto, un sentido, algo que moviliza tu vida —el Reino de Dios y su justicia—, cuando tienes eso que te mueve el corazón, tú te entregas y te das todo, y aunque te juegues la vida en ello, no dejas de estar contento. No hay nada peor que no tener sentido, norte y orientación en la vida. Y ustedes, nosotros, todos, tenemos una orientación, una orientación decisiva, y esa orientación es Jesucristo.

De la segunda lectura quiero destacar una experiencia. Una expresión que viene en la Palabra: afirmar la vida definitiva de Jesús resucitado junto al Padre es negarle a la muerte su última palabra. Es decir, la muerte no tiene la última palabra. La tiene la vida, la resurrección, la esperanza. Y esto nos lleva a nosotros a ir cayendo en la cuenta, caer en la cuenta de que Jesús, Jesucristo, es la víctima inocente.

El Cordero degollado, que es esa imagen que nos ofrece la segunda lectura del libro del Apocalipsis, es algo insólito, inaudito. Porque para los sistemas de este mundo —también el mundo de Jesús, que genera exclusión y que genera muerte—, las víctimas siempre son culpables. Este negar la última palabra a la muerte nos va cambiando a todos nosotros la manera de ubicarnos y de colocarnos en la vida. Y es percibir y situarnos nosotros al lado, o junto a los santos inocentes, aquellas criaturas que sin comerlo ni beberlo se encuentran que en este mundo no hay sitio para ellas.

¿Cuál es nuestro lugar? ¿Cuál es nuestro espacio? ¿Dónde hemos de poner nuestro corazón? ¿Dónde hemos de asentar nuestras comunidades? ¿Dónde hemos de hacer nuestras inversiones? Como, por cierto, hace la Fundación Silva Bascuñán: en los lugares más pobres, allí donde están las víctimas más inocentes, allí donde se está jugando el curso de la historia. El domingo pasado celebrábamos que el que vive retorna pacificando y fortaleciendo a aquellos que lo abandonaron, sin reproches y sin echarles en cara su debilidad y abandono, el domingo pasado. Y este domingo el Evangelio nos invita a un desayuno pascual, un desayuno pascual que tiene pan y pescado, que es el símbolo del Mesías que ha de venir.

Yo no sé quién de acá pesca. ¿Alguno de acá ha pescado? Pescar, pescar con caña.

— ¿Han pescado o no? (algunas personas levantan la mano).

Cuando yo era niño, iba todos los domingos a pescar con mi padre y mis hermanos —somos siete—. Íbamos en un auto, nos íbamos a 25 kilómetros, llevábamos una caja de galletas, una caja grande, dos kilos de galletas y chocolate, y nos lo comíamos todo en el camino. Y pescábamos.

Y cuando pescas, pescas con caña y con redes también. Y a veces te tirabas horas y no pescabas nada. Y a veces tenías suerte y te traías el auto lleno de pesca.

Luego lo cocinábamos en casa y teníamos un buen domingo. Bueno, pues eso por años, años y años, eso hicimos. Son estas cosas que haces en las familias, esas que quedan grabadas, como ir siempre de veraneo o ir de camping.

Pues yo siempre fui de camping, no de otra manera, con todos los hermanos de mi familia. Bueno, pues digo que Jesús nos invita a un desayuno pascual. Y nos está diciendo el Evangelio, nos dice el Evangelio, que los discípulos, que habían ido superando sus miedos y sus bloqueos, aún tienden a construir desde sus propios esfuerzos.

Salieron —dice la Palabra— y se embarcaron, y aquella noche no agarraron nada. Pero cuando hacen lo que Jesús les dice, y les dice: “por allá”, ¿qué pasó? Que la pesca era fecunda, total, rebosante. Es decir, cuando nosotros, en vez de agarrarnos o confiarnos en nuestras propias fuerzas, lo hacemos y ponemos nuestra confianza en el Señor, entonces la vida es fecunda.

Y la comunidad, la parroquia también. Bien, entonces, aceptemos esta invitación a este desayuno o a este almuerzo compartido. Un almuerzo compartido en el cual, si te queda la duda —porque aparece en el Evangelio— aparece Pedro, ese hombre que lo negó.

¿Cuántas veces lo negó? Tres. Pues tres veces —lo acabamos de escuchar— declaró, confesó su amor. Por tres veces lo negó, por tres veces le confesó su amor.

Pero lo más lindo de esa parte del pasaje es que Jesús, en ningún momento, cuestiona a Pedro. En ningún momento le critica, sino que, en el fondo, es tolerante con él y le rehabilita, le levanta, le confía. Y esto me suscita la pregunta de si nosotros también hacemos esto con nuestra gente. Porque, mira, Pedro le pregunta —sencillamente—: ¿me amas más que estos? Y él, con humildad, porque había aprendido la lección, no dice: yo te amo más que todos estos otros.

No. Le dice —ya aprendió— entonces él dice: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. No dijo: “Te quiero más que estos otros”. Dice: “Tú sabes que te quiero”.

Pedro, que es un hombre impulsivo, muy primario, se contuvo. Y realmente había aprendido la lección y había reconocido sus defectos. ¿Y entonces qué es lo que hace Jesús? Le rehabilita, le recupera delante de todos. Con una exquisita delicadeza, le dice: “Apacienta mis corderos”, o “Apacienta mis ovejas”.

Moraleja: Tenemos que aprender la lección del Evangelio de hoy. Por un lado, no poner nuestras fuerzas en nosotros mismos, sino confiar en el Espíritu del Señor que se nos da. Y lo segundo: dar siempre una segunda, tercera, dieciocho oportunidades.

Porque yo creo que aprender esta lección que hace Jesús con Pedro nos haría mucho bien a todos. Yo me pregunto —y les hago estas preguntas—: ¿hacemos fácil el camino de rehabilitación de aquellas personas que han cometido errores, fallos más o menos graves? ¿Les facilitamos la vuelta? ¿Les facilitamos…? ¿Se acuerdan de aquel libro El regreso del hijo pródigo? ¿O, por el contrario, lo machacamos, lo juzgamos, lo fiscalizamos? ¿Qué cara le ponemos a esa persona que nos ha dañado? ¿Tenemos capacidad de perdonar, también de olvidar? Jesús perdonó a Pedro y le restituyó su confianza. ¿Imitamos en esto a Jesús?

Acerca de Esteban Gumucio

— ¿Cuántos de los que estamos acá conocieron al Tata Esteban? Que levante la mano. (la gente levanta la mano).

— ¡Qué barbaridad! (al ver que casi todos los asistentes que levantaron la mano). Bueno, es impresionante. Esto es único.

— Yo no lo conocí.

— ¿Cuántos de los que están acá, el Tata Esteban les marcó su vida? (la gente levanta la mano).

— ¿Cuántos de los que estamos acá rezamos con el Tata Esteban? (la gente levanta la mano).

Porque este Siervo de Dios necesita mucho de nuestra oración. Estuve ayer en la noche leyendo un librito sobre el Tata Esteban escrito por Matías Valenzuela, un hermano Sagrados Corazones que falleció… Es precioso, precioso. Me lo leí entero, de un tirón. Me metí en la vida del Tata Esteban y quiero compartir alguna cosa que me surgió ahí.

Primero, Apóstol de la Esperanza. Generó esperanza en todos ustedes, y sigue generando en estos tiempos, porque proclamó un Dios cercano en medio de las angustias y de los dolores también de ustedes, de su pueblo.

Segundo: fijos los ojos en Jesús. Nos mostró una espiritualidad que es la espiritualidad de la amistad con Jesús: amigos, amigas de Jesús. Para el Tata Esteban, lo central es vivir esa relación personal con Cristo, con Jesús.

Y esa relación personal vivirla con confianza y admirada entrega a Él, de la cual brota —y en él era bien evidente— un modo congruente de vida, un estilo de vida y de fraternidad coherente, que tanto nos falta hoy.

Su opción por los pobres influyó en su vida religiosa y también en su ministerio sacerdotal, lo que apostó y significó en él vivir en pequeñas comunidades cristianas, donde la comunicación y el compartir con los hermanos eran más directos y espontáneos. O sea, esa vida cotidiana en la población y con sus hermanos y hermanas fue fundamental. Comunidades en las que los mismos hermanos —creo que siguen haciéndolo— se hacían cargo de las tareas cotidianas: limpiar, lavar, cocinar.

— ¿Lo siguen haciendo o no? Sí, ¿no? Seguro que sí.

Bueno, también observé que había tenido mucho que ver con Encuentro Matrimonial.

— ¿Quiénes de acá han hecho encuentros matrimoniales? (la gente levanta la mano)

Yo conozco a Anita Gossen, la gran Anita, que también estaba con eso. El otro día, el domingo pasado estuvimos en La Legua, y también en Encuentros Matrimonial.

¿Qué le permitió al Tata Esteban participar en Encuentro Matrimonial? Ustedes lo saben mejor que yo… Entrar en él, humanizarse, hacerse más persona. Esa relación de encuentro, con Encuentro Matrimonial, posiblemente a él le trabajó el terreno afectivo —que normalmente los sacerdotes estamos haciendo aguas— y, en especial, también su relación con la mujer, haciéndole más humano y más comprensivo.

Significativo fue que Esteban fue partícipe y testigo de una Iglesia que denunció las injusticias, buscando en todo momento ser fiel al Evangelio. Una Iglesia también perseguida. Una Iglesia fiel. Una Iglesia que no era tanta gente. El otro día estaba con una persona que me contaba que añora tanto esa Iglesia… ¿La Iglesia de…?

— “La Iglesia que yo amo” (grita la gente).

— Sí, que yo amo. Esa Iglesia…

Como que andamos deseando que resurja esa Iglesia. Que va a ser distinta, porque los tiempos cambian, pero que al final brota de la fuente inagotable del Evangelio. Este centinela y este profeta proclamó siempre el Evangelio.

Y lo último: decirles que —según leía también en este librito de Matías cómo abordó su muerte, su enfermedad y su muerte. Seguro que acá fueron ustedes testigos de eso, ¿no? La temía, pero al mismo tiempo se confiaba. Bueno, pues a mí me parece que en el Tata Esteban todos tenemos un ejemplo de santidad y de vida en quien inspirarnos, Hoy hay más santos y santas de la puerta del lado.

Yo creo que él tenía una alta devoción a Santa Teresita de Lisieux, porque el Tata Esteban funcionaba en esta clave de la pequeñez y de la humildad, de la sencillez. Dice una cosa que leí, que me pareció bella: que a él le gustaba no tener la agenda completa. Tenía tareas, pero no estaba agobiado de tareas, porque la gente era la que le llenaba la agenda. Y eso lo vivía como fuente del Espíritu.

Bueno, vamos a dar gracias a Dios por quien fue su primer párroco, el Tata Esteban. Pedir que nos siga esperanzando a todos nosotros.

Pedir, sobre todo, una ola de oración y de devoción con el Tata Esteban, para que también así vaya avanzando su causa de canonización. Ya se entregó la “Positio”, es Siervo de Dios, queremos avanzar. Deseamos que el Tata Esteban suba a los altares, ¿o no?

— ¿Sí o no?
—¡Sí! (respuesta de la gente).

Pues hay que rezar cada día más, encomendarle al Tata Esteban, pedir por él, extender esta devoción, esta amistad del Tata Esteban con Jesús por todos los lugares: en familias, en barrios, en toda la ciudad de Santiago, en todo Chile. Vamos a pedirle al Señor que el legado —o sea, la fuerza del Evangelio que dejó el Tata Esteban— la podamos irradiar a las nuevas generaciones.

Y les dejo una última pregunta:

Ustedes que le conocieron o que sus padres lo conocieron ¿cómo prolongan el legado del Tata Esteban en acciones concretas y con las nuevas generaciones? ¿Cómo hacer que esto no decaiga y que quede reducido a esa generación que compartió con él? ¿Cómo hacer que dentro de veinticuatro o veinticinco años más, cuando se cumplan cincuenta años de su Pascua, haya más gente todavía que se movilice por este ejemplo de santidad que es el Tata Esteban?

Vamos a pedirle al Señor para que su vida, su obra, su misión, su carisma de los Sagrados Corazones se siga irradiando y siga afectando la vida de tantos, para que nos comprometamos —eso sí— siempre con los últimos, con las víctimas, con los pobres y con los indefensos.

Que así sea.

— Amén (responde la gente)

/AP