Tras diez años de entrega —cinco de ellos como presidente— José Tomás Silva se despide de esta organización, dejando una huella de humanidad, compromiso y dignidad en esta obra que acompaña a personas en situación de calle en el sector de La Granja, al alero de la parroquia San Pedro y San Pablo, conocida como “Casa Padre Esteban”.
“Fue una bonita experiencia, como devolverle la mano a la congregación que me formó en el colegio SSCC Manquehue y que me acompañó en mi etapa universitaria”, recuerda José Tomás Silva, trabajador social, exalumno de uno de nuestros colegios y expeumo. En 2015 se integró a la fundación convocado por el entonces párroco, nuestro hermano René Cabezón sscc, y desde entonces ha sido parte fundamental en el fortalecimiento y crecimiento del albergue Casa Padre Esteban.
A lo largo de esta década, lo marcó profundamente la historia de vida de muchas personas: trabajadores, vecinos, agentes pastorales y especialmente quienes llegaron al albergue buscando acogida y dignidad. “Fue impresionante ver cómo una comunidad se articula para ofrecer ese plato de comida, esa cama para quien no lo tiene. Son gestos humanos concretos, con rostros, como La Chaverita, el Beto, el Nico… o trabajadores como la Yanny, la Maritza, la Laura. A todos los tengo muy presentes”, comparte.
¿Y qué aprendiste de las personas que fueron parte del albergue?
Aprendí del sacrificio y de la entrega silenciosa. Desde los vecinos que colaboraban como voluntarios y luego se convirtieron en trabajadores, hasta los albergados que, pese al abandono o la soledad, se abrían a una nueva oportunidad. Fue muy fuerte ver cómo una comunidad entera se moviliza por sostener a quienes nadie más acoge. Es un testimonio que te transforma.
Un albergue que es casa
La Casa Padre Esteban se ha consolidado como un espacio de referencia en la comuna y más allá. “Aquí no se entrega una sopa y una botella de agua. Aquí hay un plato bien hecho, con buena calidad nutricional, y detrás hay un equipo profesional que acompaña en temas sociales, salud, vínculos familiares. Es una casa”, destaca.
¿Cuál ha sido el mayor desafío en estos años?
Sin duda, sostener económicamente la obra. El albergue tiene un costo anual de 75 millones de pesos, y en los últimos dos años no hemos recibido aportes estatales. Pero lo más desafiante fue convencer a otros de que esta obra vale la pena. En ese camino se sumaron socios, fundaciones, colegios, personas con corazón generoso. Y eso me sostuvo: el cariño de tantos que se involucraron de verdad.
Además de acoger, el albergue ha generado espacios comunitarios y vínculos que perduran. “Se cumplía esa idea de que esto era una casa. Íbamos con mi señora, con mis hijos, a celebrar Navidad o Fiestas Patrias con los albergados. Hoy mis hijos todavía me preguntan si vamos a volver. Y es que esto se volvió parte de nuestra familia”.
Dejar espacio para nuevos liderazgos
Aun con el cariño y la huella dejada, José Tomás cree en el valor del relevo. “Me dicen: ¿por qué te vas? Y yo creo que ya es tiempo de que surjan nuevos liderazgos. Estoy contento, ha sido una partida difícil, pero necesaria”, explica.
En ese sentido, resalta la llegada de Verónica Scabini como nueva presidenta: “La Vero es muy cercana, está constantemente involucrándose. Mi mensaje para ella y quienes siguen es claro: lo importante son las personas. Las que no tienen red, ni vínculos, ni siquiera quién las escuche. El directorio tiene que estar cerca, presente, involucrado. Solo así esto sigue vivo”.
¿Y qué quisieras dejar como huella en la Fundación?
Primero, haber sido un presidente cercano, que no se quedó en el papel ni en las reuniones. Y segundo, haber luchado por una gestión digna: sueldos justos, condiciones adecuadas, cuidado real de las personas. No se trataba de dar lo mínimo, sino de ofrecer lo mejor posible, siempre. Eso lo aprendí ahí, con ellos, con la necesidad frente a los ojos.
Un legado de humanidad
Hoy, aunque deja su rol de liderazgo, los vínculos permanecen: “Este vínculo es para siempre”, dice con convicción. “Porque cuando uno entra en la vida de estas personas en situación de vulnerabilidad, no puede salir igual. Me voy con el corazón lleno y con la esperanza de que esto siga creciendo, de que más gente se siga sumando”.
Palabras de gratitud
Desde la Congregación de los Sagrados Corazones, Provincia Chile-Argentina, queremos expresar nuestra profunda gratitud a José Tomás Silva por su generosa dedicación, por su mirada profundamente humana y por haber hecho del albergue una verdadera casa. Gracias por haber servido con el corazón, y por encarnar, con humildad y firmeza, la misión de acoger con dignidad a quienes más lo necesitan.