En este 1° de mayo, Día Internacional del Trabajador, compartimos un texto escrito por nuestro hermano Atilio Pizarro sscc, inspirado en la figura de San José, padre adoptivo de Jesús y trabajador humilde, modelo de dignidad y fe para el mundo obrero de hoy.
Hoy celebramos la fiesta de San José Obrero, el padre adoptivo de Jesús, quien lo acompañó de manera silenciosa y discreta, según la tradición de la Iglesia y los pasajes que encontramos en las Sagradas Escrituras. Sin duda, José cumple un papel fundamental en la historia de la salvación, especialmente al acompañar a la Virgen María en el anuncio del nacimiento del Mesías.
Recordarlo hoy tiene un significado especialmente afectivo y emocional, ya que la figura de San José era muy importante para nuestro querido Papa Francisco, quien recientemente vivió su Pascua.
San José inspira profundamente en distintas facetas de su vida. En la carta apostólica Patris Corde, escrita con motivo del 150° aniversario de su proclamación como Patrono de la Iglesia Universal, se destacan diversas dimensiones del padre adoptivo de Jesús, especialmente su condición de trabajador.
Decir que el padre de Jesús era carpintero u obrero no es un dato menor, ni para nosotros ni para Jesús, ya que fue precisamente en ese contexto donde creció el Hijo de Dios: en la realidad de una madre joven y virgen, con un padre adoptivo que ejercía un oficio humilde, en un pequeño pueblo. Usando el lenguaje pastoral del Papa Francisco, podemos decir que Jesús vivía, venía y pensaba desde la periferia. Y eso dice mucho.
Quienes venimos de familias sencillas y sectores populares sabemos bien lo que significa ver el cansancio de nuestros padres al regresar del trabajo, muchas veces marcado por la precariedad, los abusos laborales y las injusticias de los empleadores. Por eso, no es extraño que el mensaje de Jesús exprese una manera de comprender el mundo desde esa experiencia, revelando el amor profundo de Dios no desde el poder o la riqueza, sino desde la dignidad humana. Una dignidad encarnada y transmitida por José, hombre carpintero, trabajador de su tiempo.
También es significativo el rol de José como el encargado de llevar el sustento a su familia. La satisfacción de ver a María y Jesús alimentarse gracias a su trabajo es una expresión concreta de esa dignidad que él también le transmitió a Jesús. Y cuando los discípulos le pidieron a Jesús que les enseñara a orar, él les entregó el Padre Nuestro, donde incluye la petición por “el pan de cada día”. Ese pan es también fruto del trabajo.
La figura de San José, como mencionamos, siempre ha sido importante, pero cobró mayor relevancia desde el Papa León XIII, particularmente con la primera encíclica social, Rerum Novarum, que abordó la dignidad del trabajo.
El Papa Francisco, en Patris Corde, nos recuerda que el trabajo no es solo una necesidad temporal, sino una forma de participación en la obra de la salvación. Trabajar no es solo llevar el sustento a nuestros hogares, sino también colaborar con la construcción de una sociedad justa, solidaria y fraterna.
Cada persona que trabaja, sea cual sea su oficio o profesión, colabora con Dios. Sin embargo, cuántos hermanos y hermanas viven con sueldos miserables, que no les permiten llegar a fin de mes ni cubrir las necesidades básicas de sus familias. Cuántas personas deben hacer turnos extras, sacrificando su salud y el tiempo con sus seres queridos. Cuántos de ellos conocemos… Pensemos en sus nombres. Veremos que son muchos. Cuántos niños deben pasar largas horas en jardines o salas cuna porque sus padres deben cumplir jornadas inhumanas para llevar el sustento al hogar.
El trabajo debiera darnos dignidad y satisfacción, pero muchas veces, en cambio, se convierte en un espacio de opresión, de humillación, donde hay que guardar silencio para no perder el empleo. El mismo Papa Francisco nos habló de las tres “T”: tierra, trabajo y techo. Tres derechos básicos para la vida de cualquier persona, que San José ofreció con sencillez y dignidad a María y a Jesús.
Hoy, hagamos memoria de nuestros propios familiares y de nosotros mismos, que trabajamos cada día para sostener nuestros hogares. Recemos buscando justicia y dignidad para tantos trabajadores y trabajadoras que hoy son explotados. Pidamos también para que se fortalezcan las organizaciones sociales, en especial los sindicatos, para que se logren acuerdos justos entre empleadores y trabajadores. Todos nos necesitamos para construir una patria más grande, justa y solidaria.
Que San José Obrero nos acompañe y nos bendiga. Amén.
Atilio Pizarro sscc