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Domingo 3 de julio de 2016

Por Raúl Flores Agüero, diácono permanente parroquia San Pedro y San Pablo

Is 66,10-14; Gal 6,14-18; Lc 10,1-12.17-20

“La cosecha es abundante, pero los obreros pocos” (Lucas 10,2).

Al inicio de esta reflexión del evangelio de Lucas, no me queda más que decir gracias Señor por tu misericordia para conmigo al elegirme como tu servidor a través del diaconado.

El encuentro de hombres sencillos pescadores con el Señor Jesús les cambia totalmente su manera de vivir. Ya no es para ellos solamente sino para todos, el amor que el Señor les entrega, de tal manera que los envía a anunciar que el Reino de Dios está cerca. Ese Reino que es de justicia, de paz, de amor que nos une como hermanos para forma parte de la gran familia de Dios, por tanto, la comunidad es enviada a la misión de anunciar que este Reino esta cerca, y que el centro, lo más importante de este anuncio es la persona del Señor, y que el amor, la misericordia de Dios está en medio de los hombres no para condenar sino para salvar al género humano.

Este amor que alumbra en medio de nuestra sociedad actual es para romper las cadenas del odio, de la injusticia, de la explotación, de la ambición que nos separa como hermanos.

En medio de esta realidad el Señor nos dice que “nos envía como ovejas en medio de lobos”(v.3) y que su poder estará con nosotros, para vencer el mal que está dentro y el que está fuera de nosotros. Que nuestra alegría no es solo el resultado, de la misión, sino, que nuestros nombres están escritos en el cielo, por tanto hijos adoptivos en el hijo Jesús, llamados a vivir el mandato del Señor que se amen los unos a los otros como yo los he amado.

¡Señor Jesús, tú eres la vida para los que confiamos en ti, tú eres nuestra salvación para los que tenemos fe en ti, tu amor y tu palabra nos animan a seguir siempre a tu lado!