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20 años de los retiros de espiritualidad ss.cc. para jóvenes

Por Alex Vigueras Cherres ss.cc., Superior provincial

El domingo recién pasado tuve la alegría de participar en la misa de celebración de los 20 años de los retiros de espiritualidad ss.cc. para jóvenes. Había cerca de 350 jóvenes que cantaban, danzaban e irradiaban alegría. Fue una celebración muy emocionante. Quisiera destacar algunos aspectos que me parecen relevantes de esta experiencia.

Los retiros han permitido acompañar a jóvenes en el cultivo y maduración de su fe personal. Es un espacio para encontrase con el Señor en el silencio y la oración, en la liturgia y en el compartir con el acompañante y con el grupo. Esta fe personal es muy importante y, a veces, es una dimensión que descuidamos. En efecto, creo que en nuestro trabajo con jóvenes hemos sido buenos formadores de la experiencia comunitaria y social que implica la fe, pero tengo la impresión que no hemos sido tan efectivos a la hora de formar en la experiencia personal de la fe. Y esto es importante, pues las dimensiones comunitaria y social, si no están cimentadas en esta experiencia personal, se fragilizan, se hacen demasiado dependientes del contexto: hacen muy difícil la vivencia de la fe en situaciones adversas o en ambientes de indiferencia religiosa.

Los retiros han generado una fraternidad que traspasa las diferencias sociales y culturales. Allí se encuentran jóvenes del campo y la ciudad, de CPJs y colegios, del barrio alto y de barrios populares. Es una experiencia en la que se caen los prejuicios y se abren las puertas para encontrarse con naturalidad con el diferente ¡Y eso es un gran aporte en este Chile tan fragmentado y segregado! Esa fraternidad tan amplia es, de alguna manera, una profecía de la Iglesia y del Chile que anhelamos.

Los retiros han sido un espacio privilegiado para el trabajo en común de hermanos, hermanas y laicos. Ha ido generando un estilo de relación entre hermanos y hermanas sin prejuicios, de igual a igual, poniendo los cimientos de amistades sólidas. Y los laicos se han integrado no solo como retirantes, sino también como acompañantes, lo cual es un signo importante de la Iglesia que queremos construir: una Iglesia donde los laicos sean compañeros de camino, verdaderos protagonistas.

La celebración del domingo fue un momento de gracia. Todo irradiaba esa luz, esa alegría, esa fraternidad que es fruto del Espíritu.