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Domingo 15 de julio

Por René Alvarado – Diácono permanente Parroquia San Pedro y San Pablo

Am 7,12-15; Ef 1,3-14; Mc 6,7-13

Misión de los doce

Nos encontramos con Jesús recorriendo toda una región con la misión de enseñar (Mc 6,7), y en su búsqueda llama a otros para esta tarea; sus apóstoles. A ellos les enseña y los envía dándole poder para enfrentar las dificultades y derrotar a los que sostienen un sistema que mantiene en la penumbra de la violencia, que envenena y desvía las virtudes de la justicia y el amor (los endemoniados).

En este viaje los llama a vaciarse y desprenderse de todo lo trivial, que su confianza la pongan en el reinado de Dios, pues recibirán y serán asistidos para cumplir los desafíos y siempre tendrán lo necesario.

A sus apóstoles les instruye y advierte que habrá lugares y hogares que les rechazarán; pero que sigan adelante sin dejarse contaminar por las razones que tengan para hacerlo.

El evangelio nos narra que ellos predicaron y convirtieron a muchos, que expulsaban demonios, que el poder de la sanación corporal y espiritual se hacía visible en ellos por ser dóciles al mandato de Jesús.

En nuestros días nos damos cuenta de lo que cuesta este vaciamiento, este desprendimiento o esta confianza en que el poder de Dios es capaz de enmendar rumbos perdidos. Preferimos dejarnos llevar fácilmente por nuestros proyectos, nuestros avances técnicos, nuestras certezas humanas.

Por eso es sano volver al eje que Jesús nos invita, y que nuestro pastor en Roma nos exhorta; salir de nuestra comodidad para ser una iglesia santuario, ser una iglesia samaritana, ser una iglesia que celebra alegremente, una iglesia profética es una iglesia misionera, y eso tiene un camino: hacerlo con la humildad de los apóstoles y con la certeza que aún somos amados por nuestro Padre misericordioso.

Que el Señor nos proteja y nos guarde de todo mal.