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Cuarto domingo de Cuaresma

Por Gabriel Horn ss.cc.

Este evangelio sería bueno no comentarlo, creo que todo comentario le quita siempre mucho al mensaje central de este bello pasaje del evangelio. Mejor sería leer unas dos o tres veces el evangelio. Pero me piden que haga un comentario así que va. 

El evangelio comienza a propósito con los versículos del 1 al 3 en que se critica a Jesús porque “Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos”. “Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo”. Este es el motivo de la parábola.

Los invito que nos sintamos como los dos hijos. A veces nos pasa que estamos hartos. Basta. No necesito a mi padre. Eso a veces en forma muy sutil. Quiero vivir mi vida, necesito realizarme, necesito mi espacio, respétenme… y el hijo menor “recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano”. Recogió todo lo que había recibido de la herencia de su padre. ¿Cuánta riqueza hemos recibido de nuestro padre, todo lo que tenemos, y creemos que es nuestro? Y la malgastamos. “y malgastó sus bienes en una vida inmoral”. La vida que recibí, el amor que recibí, mi salud y mis bienes, todo lo que recibí, mis padres, mi educación, etc… va al tacho de basura. De pronto me siento vacío, con hambre, con sed. Y me recuerdo que tengo a un padre (una madre), el que me dio la vida, y casi con el último aliento de mi vida: “Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre pequé contra el cielo y contra ti; ya no merezcoser llamado hijo tuyo…”. 

Y caminó. Qué importante es caminar. Llegó cerca y se desata la vida: “su padre lo vioy se conmovió profundamentecorrióa su encuentro, lo abrazóy lo besó”. 

Señor, abrázame, bésame. Quiero sentirte cerca, cerca. Pon tu mano sobre mis hombros, que te pueda sentir. Quiero verte corriendo hacia mí aunque no me atreva a levantar la vista. Quiero verte conmovido por mí. Ni siquiera me lo atrevo pensar. Si ya he olvidado qué es conmoverse, correr, abrazar y besar. Me viste venir antes que yo te viera. Gracias.

Y hagamos la fiesta. El anillo, el calzado, la ropa, el ternero cebado, la música, la vida. Señor, vengo con las manos vacías: “Padre, pequé contra el cielo y contra ti; ya no merezcoser llamado hijo tuyo”. No seas tonto. Borra la palabra merezco, esa palabra hace mucho mal al mundo entero. Te quiero, porque eres mi hijo, mi hijo. Eso es todo. Viva la vida. Mientras calculamos y buscamos méritos (merezco) estamos en el camino de la muerte. Es el camino del hijo mayor: “Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes…” El hijo perfecto, y por eso se autoexcluye de la fiesta y de la hermandad con su hermano. “Y ahora ese hijo tuyo ha vuelto…”. 

Y el padre sigue siendo padre: “Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado”.

No quiere comer con él. Y Jesús come con los publicanos y pecadores.

Qué hermoso es saber que Jesús se atreve ir a nuestra casa y comer con nosotros, creo que cabemos en la categoría de pecadores y publicanos. Qué bueno que no le tenemos que mostrar nada, él viene como nuestro hermano y nos invita a aceptar el amor infinito de nuestro padre. Él parte con nosotros su pan. La eucaristía.

Que nosotros también sepamos ir y comer con los pecadores y publicanos y así reflejar una parte del cielo. Y que sea fiesta, que sea vida, amor entregado.