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Cuarto domingo de Pascua

Por Víctor Córdova ss.cc.

Este domingo del tiempo pascual que también llamamos “Domingo del Buen Pastor”, nos saca de los relatos donde la experiencia central der los discípulos es el encuentro con el Resucitado. Sin embargo, la persona de Jesús no deja de estar en el centro. En efecto, su palabra en el evangelio propone el criterio para aquilatar al que verdaderamente será su discípulo: aquel que sepa escuchar su voz, que se deje conocer por Jesús y le siga.

Así como el desafío del tiempo pascual es creer y testimoniar que el Señor está vivo, el desafío de nuestros días es hacer la experiencia del resucitado reconociéndolo como nuestro amigo, hermano y Señor… Como el Buen Pastor porque ha dado su vida por mí y por todos.

¿Qué puede significar hoy “escuchar la voz” del Señor? ¿Dónde escucharla efectivamente? ¿Qué puede significar dejar que el Señor me conozca por entero? ¿Cómo expresamos, en el hoy de nuestras comunidades, que seguimos sus pasos?

Si miramos un poco más adelante en el evangelio de Juan encontramos a Jesús asegurando a sus discípulos:

Como el Padre me amo, así yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor”(Juan 15,9).

Dar testimonio de que Jesús es nuestro Buen Pastor requiere de la experiencia de permanecer en su amor, de enraizarnos en él, de apoyarnos, de cimentarnos en ese amor.

Y estamos llamados a hacerlo no solos, individualmente, sino como comunidad de hermanos quen se apoyan unos a otros, que se reúnen en la oración, que escudriñan las escrituras, que sienten la urgencia del servicio. En definitiva como esa Santa Iglesia de todos los días.