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Quinto Domingo de Cuaresma 2020

Ez 37,12-14; Rom 8,8-11; Jn 11,1-45

Este domingo es el último del tiempo de cuaresma, el próximo ya es Domingo de Ramos. Una cuaresma muy acontecida como planeta y como país, lo que quizás ha dificultado a muchos la posibilidad de vivir este tiempo de preparación. Pero como el Señor siempre se encarga de sorprendernos, el evangelio nos ofrece una lectura muy esperanzadora y precisa para estos tiempos:

La resurrección de Lázaro donde, por un lado, podemos ver a su hermana Marta, con una profunda fe en Jesús, con una confianza inquebrantable «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.»

Esa es la fe que necesitamos nosotros ahora, esa fe en el Señor que ni la muerte puede romper. Esa fe en la cual apoyarnos, para pedirle que nos de la fuerza para vivir este tiempo, para que nos ilumine como país, para que de sabiduría a los que deben tomar las decisiones. Para que ayude al mundo entero, para que nos una como seres humanos, que seamos capaces de pensar en el bienestar de todos, no solo en el propio, porque solo así pensando como comunidad podremos superar esto.

Estamos viviendo tiempos difíciles en que nos han pedido que hagamos los máximos esfuerzos por quedarnos en nuestras casas, y los que tienen que salir extremen los cuidados. Tiempos en que nuestras actividades, ya sean trabajos o estudios se ven afectados, en que tenemos que estar lejos físicamente de nuestros familiares y amigos. Y a eso debemos sumarle que no sabemos hasta cuando durará, todo esto nos hace flaquear, sentirnos inseguros, tener miedo, quizás estar tristes, así como Jesús lo estaba cuando su amigo Lázaro murió, y este es el otro lado de este evangelio que quisiera destacar, el que nos muestra a un Jesús humano, un Jesús capaz de conmoverse de estar triste, de llorar. Y si Él que es el hijo de Dios se quebró, también nosotros podemos hacerlo, démonos permiso para poder estar cansados, preocupados, angustiados, es necesario pasar por esos estados, no podemos estar sonrientes y animosos siempre, especialmente si esto se prolonga, podemos flaquear, podemos tener momentos tristes y ahí podemos pedir ayuda, como lo hicieron las hermanas de Lázaro llamando a su amigo Jesús, pidamos ayuda, usemos las redes virtuales no vivamos solos estos momentos. Y también hagamos como Jesús cuando estuvo triste, él fue donde su Padre, le pidió, y lo hizo con plena confianza de que sería escuchado.

Esa es la invitación de este domingo, que le pidamos al Señor tener la fe de Marta, mientras más cerca y unidos en la oración nos mantengamos más fácil será vivir este tiempo de cuarentena y de incertidumbre. Que nos sintamos hijos muy queridos de Dios, como Jesús y nos pongamos en sus manos, que el nos de la fuerza, la paciencia y la sabiduría para salir de este tiempo resucitados como Lazaros con la oportunidad de una nueva vida.

Aprovechemos esta última semana de cuaresma, en que debemos estar más “aislados” para   redescubrir lo importante, para pensar más en el bien de los otros, para encontrarnos más con Jesús, para volver a su palabra y como dice el salmo de hoy “Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra…”(Salmo 129, 5) que esta pueda ser una luz durante estos días.