logo sscc

Mes de María: Entrevista a María de Nazaret por Sergio Silva sscc

En la entrevista a María me doy cuenta de que he optado por el relato de la infancia de Jesús del evangelista Mateo que, ahora, desde el punto de vista de María, me parece incompatible con el de Lucas, tan hermoso, por otro lado. ¿“He optado” o ha optado mi imaginación, mi inconsciente? ¿Qué importa saberlo?Quizá la opción ha estado determinada porque en Lucas los personajes saben demasiado acerca del futuro que les aguarda. Los seres humanos vivimos sin tanto saber

ENTREVISTA A MARÍA DE NAZARET, Sergio Silva sscc

Sra. María, sé que puedo ser tremendamente inoportuno, ya que su hijo ha sido crucificado ayer no más; pero me gustaría saber más acerca de Jesús, sobre todo del modo como vivió usted su relación con él.

Usted me obliga a hacer un esfuerzo grande para sobreponerme a la pena. O, más bien, al desconcierto que estoy viviendo. Pero se lo agradezco, porque me ayuda a salir de mi horizonte estrecho de mamá. Contestando a su pregunta, le diría que mi relación con Jesús estuvo siempre marcada por esto: cada vez que me encerraba en mi horizonte estrecho de mamá, los acontecimientos me sacaban hacia horizontes más amplios. Es lo que espero que suceda también ahora.

No logro entenderla bien, sra.
Lo que le quiero decir es que en mi vida ha habido una y otra vez momentos, a veces muy largos, otras más cortos, en que yo he vivido simplemente como la mamá de Jesús, y muy feliz de serlo, como usted se puede imaginar. Pero esos momentos siempre han terminado en forma abrupta, sea por cosas que ha hecho Jesús, sea por cosas que le han pasado. Y esos acontecimientos, junto con producirme dolor – aunque nunca tan intenso como el que estoy sufriendo ahora por su muerte – me han abierto a un horizonte más amplio, más rico.

¿Qué tipo de horizonte?
Yo diría que el horizonte de Dios. Me corrijo: un horizonte en que asoma Dios.

¿Por qué se corrige?
[Silencio ruborizado] Porque ¿quién soy yo para pretender saber si estoy o no en el horizonte de Dios? Y tendría que volver a corregirme: se trata de un horizonte en el que yo me he abierto de una manera nueva a Dios, me he puesto en una actitud de disponibilidad a Él que antes no tenía de esa misma manera. Y eso me ha enriquecido.

¿Podría ser más concreta y contarme alguno de estos casos?
Puedo partir por el comienzo mismo de Jesús. Yo estaba comprometida para casarme con José. De pronto empecé a sentir náuseas. Los primeros días pensé que serían problemas estomacales pasajeros. Pero se juntó con que se me atrasaba y se me atrasaba la regla. Por fin hablé con mi mamá. Me dijo que todos los síntomas que yo tenía eran de embarazo. Me trató con mucha severidad. Pero yo estaba tan segura de que, de ser embarazo, no era por haberme acostado ni con José ni con ningún otro hombre, que parece que convencí a mi mamá. Al que no pude convencer fue a José, cuando se empezó a notar que mi vientre se hinchaba. Fuera de la casa todavía lo podía ocultar en los pliegues del manto. Pero dentro, sin el manto, ya no se podía. Y cuando venía a verme José, yo lo veía intranquilo. Hasta que un día me abordó. Como él sabía en carne propia que no era el padre de mi criatura, sólo tenía que convencerlo que no me había metido con nadie, y que lo que me sucedía era inexplicable. Dejó de venir algunos días. Cuando volvió, fue para avisarme que al día siguiente, de madrugada, se iba de Nazaret, que ya se había arreglado con un arquitecto de Gadara, en la Decápolis, para ir a trabajar con él. Como era territorio pagano, ahí nadie lo conocía. Me entregó también el libelo de repudio para que mi honor quedara a salvo. Yo sólo atiné a agradecerle su delicadeza para conmigo. Y se fue. ¡Cuál no sería mi sorpresa cuando lo veo aparecer al día siguiente tempranito! Venía con un rostro en que se mezclaban extrañamente una especie de suavidad hosca y una alegría radiante. Y me dice que esa noche ha tenido un sueño en que un enviado del Señor le ha dicho que no tema casarse conmigo, porque mi criaturita es de Dios. ¡Imagínese lo que esta revelación significó para mí! ¿Cómo yo, una pobre y humilde muchachita de Nazaret, estaba gestando una criatura para Dios? ¿Me entiende usted ahora lo del horizonte que se abre? Yo estaba viviendo como cualquier joven mi desposorio, esperando con cierta ansiedad nerviosa el día de la boda, para irme a vivir con mi esposo y tener mi propia familia. Y todo parece destruirse por el embarazo inexplicable que me sucede. Pero finalmente se trata de algo que Dios está haciendo en mí. ¡Qué gozo indescriptible sentí, pero también qué abrumadora responsabilidad! Lo que más me complicó fue que de pronto tomé conciencia de que no sabía qué tenía que hacer para criar este niño de Dios. Me consolaba pensando que iba a estar siempre con José a mi lado, un hombre tan bueno, tan justo y de fe tan profunda; él me ayudaría ciertamente a discernir los caminos de Dios.

¿Hubo más episodios semejantes de apertura dolorosa de su horizonte?
Por supuesto, y muchos. Usted comprenderá que después de saber que mi embarazo era obra de Dios, para José se hizo prácticamente imposible ejercer como esposo en mi carne. Y si lo hubiera intentado yo no se lo habría permitido; lo habría sentido como apoderarse indebidamente de algo de Dios. Si Él me había hecho esponsalmente suya, ¿cómo podría ser yo de otro? Lo bueno fue que ambos lo comprendimos así, y nos unimos íntimamente en el cuidado de nuestro hijo. Y créame que tuvimos una hermosa relación de pareja, pero en un horizonte abierto a Dios, siempre presente para nosotros en el niño, que era obra Suya en mí.

No sé si la molesto, sra. María, pero me ha despertado el deseo de seguir oyéndola.
Y a mí me hace bien contarle estas cosas. Las he guardado muchos años, meditándolas en mi corazón, pero al contarlas tengo que darles rasgos más precisos. Me hace bien también sentir cómo Dios ha ensanchado mi horizonte en el pasado actuando tan a contrapelo, tan paradójicamente, porque eso me da esperanza hoy, que mi hijo ha muerto.

Sigamos, entonces.
Yo le decía que el saber que la guagüita que esperaba era de Dios me dejó en un estado nuevo. Sentía a Dios siempre conmigo. Pero ahí también hubo cosas que me costó comprender, que todavía hoy no comprendo del todo.

¿Cuáles, sra. María?
Piense usted que, cuando el niño todavía no nacía, tuvo que partir José a inscribirse a Belén, por la orden del Gobernador, que estaba haciendo un censo. Yo tuve que partir con él, a pesar de mi estado. Pero me decía a mí misma que nada nos podía pasar, si el niño era de Dios, porque Él se encargaría de protegernos. Así que calcule usted mi desconcierto cuando me vino el momento del parto, justo llegando a Belén, para colmo ya oscuro, y en el hotelito del pueblo no nos quisieron recibir. No quiero pensar mal; nos dijeron que con lo del censo estaban totalmente llenos, que no cabía una aguja más, pero yo creo que la señora que nos atendió captó mi estado y no quiso hacerse cargo de una parturienta. La cosa es que no nos quedó otra que refugiarnos en unas cuevas que hay a la salida del pueblo, que se usan bastante como pesebrera de animales, sobre todo en invierno.

Pero, finalmente, a pesar de la dificultad, el niño nació, y nació sano, sin problemas ni para él ni para usted.
Es verdad. Y yo estaba radiante de alegría, lo mismo que José. Como que el niño nos hacía olvidar todo lo malo que nos había ocurrido. Pero, de nuevo, me esperaba otro desconcierto. Al día siguiente, cuando yo no podía moverme todavía, llegaron unas extrañas visitas. Eran unos pastores, gente del bajo pueblo, y poco cumplidores de la Ley, porque su mismo trabajo los obliga a hacer en sábado lo que está prohibido. Venían contando que la noche antes habían venido unos ángeles, que les anunciaron que en Belén acababa de nacer un salvador. Y ellos habían partido al alba, y en Belén habían preguntado por un niño recién nacido. Les costó, pero al final dieron con nosotros. Yo no lograba entender lo que pasaba. Porque lo que nos decían los pastores confirmaba lo que el ángel le había dicho en el sueño a José: mi niño era de Dios; sin embargo, me desconcertaba que los que habían recibido la noticia eran unos pastores, tan mal vistos por todos, y no las autoridades del Pueblo.

VER ARTÍCULO COMPLETO