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Sergio Silva sscc: «Si Jesús terminó crucificado por los jefes de su propio pueblo. ¿Fracasó el adviento de Dios?

Nuevamente nuestro hermano nos interpela con sus reflexiones en este tiempo privilegiado de Adviento, donde juntos esperamos la venida de nuestro Señor Jesús.

Si distinguimos entre “futuro” (que resulta de lo que hacemos los seres humanos y de lo que hace la naturaleza en el presente) y“adviento” (lo que Dios hace en nuestra historia, que no está determinado por nada, porque brota de Su más profunda libertad), tenemos que distinguir entonces entre “expectativas” y “esperanza”. Las expectativas se refieren al futuro; la esperanza, al adviento.

Cuando mi equipo de fútbol va mal a mediados del campeonato, no se sabe a qué juega, y no se perfila ningún cambio (cada uno ponga el equipo correspondiente), no me puedo hacer expectativas razonables de que vamos a salir campeones; en cambio, si se nota que tiene un estilo de juego que rinde frutos, se siente en el ambiente la buena onda entre el DT y el camarín, y vamos punteando, puedo hacerme la expectativa de salir campeones. Puede suceder, sin embargo, que ocurra algo semejante a un “adviento” y el equipo levante la cabeza y termine siendo campeón; por ejemplo, que los directivos cambien al DT y este haga “el milagro” (ha sucedido no pocas veces en la UC).

El pueblo de Israel aprendió a porrazos a no tener expectativas, pero sí a esperar en su Dios: Él podía hacer salir un retoño del tronco de Jesé (el padre de David) y llenarlo con Su Espíritu para que iniciara un camino de justicia. Ese retoño fue finalmente Jesús de Nazaret. Pero no le fue bien, terminó crucificado por los jefes de su propio pueblo. ¿Fracasó el adviento de Dios?

La respuesta depende de cómo entendamos la acción de Dios en nuestra historia. Si la entendemos a la manera de la acción del hada madrina de los cuentos infantiles de mi tiempo, que con su varita mágica hacía lo que quería, sin pedirle permiso a nadie ni a nada, la respuesta es: “sí”, Dios ha fracasado. Pero Dios no actúa así, Él no irrumpe con Su poder de Dios en nuestra historia humana.

Nos pide permiso, respeta nuestra libertad. A porrazos, hemos aprendido a reconocer que Dios no interviene habitualmente en los asuntos humanos como intervino el Quijote cuando Maese Pedro presentaba en su retablo de títeres la historia de la princesa cristiana raptada por el moro: lanza en ristre intentó salvar a la princesa, desbaratando el retablo entero. Dios interviene inspirando a seres humanos más que haciendo despliegue de su poder divino en el retablo de la historia. Jesús, dice Pablo en la carta a los Filipenses, “existiendo en forma de Dios, no consideró como presa [es decir, como algo de lo que hay que apoderarse o algo que hay que retener ávidamente] el ser igual a Dios, sino que se vació de sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los seres humanos y apareciendo en su porte como ser humano; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz” (Fil 2,6-8). Entonces, el adviento de Dios en Jesús no ha sido un fracaso.

En el aparente fracaso de la cruz, Jesús mostró que Dios no es Poder sino Amor: “Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15,13). Y porque Dios es Amor, que busca el bien de las personas que ama, no nos aplasta con Su poder, sino que nos invita a abrirle el corazón y a seguir libremente las huellas de Su Hijo Jesús. Con la esperanza de que, al final, el Amor vence a la muerte y triunfa para siempre, como nos promete en la profecía de Isaías.

Martes 5 de diciembre
Lectura del libro de Isaías 11, 1-10

Saldrá una rama del tronco de Jesé y un retoño brotará de sus raíces.
Sobre él reposará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de temor del Señor -y lo inspirará el temor del Señor-. Él no juzgará según las apariencias ni decidirá por lo que oiga decir: juzgará con justicia a los débiles y decidirá con rectitud para los pobres del país; herirá al violento con la vara de su boca y con el soplo de sus labios hará morir al malvado. La justicia ceñirá su cintura y la fidelidad ceñirá sus caderas.

El lobo habitará con el cordero y el leopardo se recostará junto al cabrito; el ternero y el cachorro de león pacerán juntos, y un niño pequeño los conducirá; la vaca y la osa vivirán en compañía, sus crías se recostarán juntas, y el león comerá paja lo mismo que el buey. El niño de pecho jugará sobre el agujero de la cobra, y en la cueva de la víbora meterá la mano el niño apenas destetado. No se hará daño ni estragos en toda mi Montaña santa, porque el conocimiento del Señor llenará la tierra como las aguas cubren el mar.

Aquel día, la raíz de Jesé se erigirá como estandarte para los pueblos: las naciones la buscarán y la gloria será su morada.