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“Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y Yo los aliviaré», reflexión de Adviento 13 diciembre

Seguimos caminando hacia el nacimiento de Jesús, rezando junto a nuestro hermano Sergio Silva sscc, quien cada día nos regala unas palabras y que hoy es un especial llamado de consuelo y ánimo.

«Las dos lecturas de la eucaristía de hoy quieren consolarnos, darnos ánimo. Nuestra vida no siempre es “color de rosa”, a menudo vivimos conflictos, desánimos, problemas de todo tipo. También los vivió el pueblo de Israel. Sobre todo durante el exilio en Babilonia desde comienzos del siglo VI AC. Por eso el pueblo pierde el ánimo y piensa que “Al Señor se le oculta mi camino y mi derecho pasa desapercibido a mi Dios”, se extrae de la reflexión de Sergio Silva sscc, que puedes revisar completa a continuación:

Sergio Silva, Acerca del Adviento 7 Miércoles 13 de diciembre
Lectura del libro de Isaías 40, 25-31
Dice el Santo:
“¿A quién me van a asemejar, para que yo me iguale a Él? Levanten los ojos a lo alto y miren: ¿quién creó todos estos astros? El que hace salir a su ejército uno por uno y los llama a todos por su nombre: ¡su vigor es tan grande, tan firme su fuerza, que no falta ni uno solo!
¿Por qué dices, Jacob, y lo repites tú, Israel: ‘Al Señor se le oculta mi camino y mi derecho pasa desapercibido a mi Dios’? ¿No lo sabes acaso? ¿Nunca lo has escuchado? El Señor es un Dios eterno, Él crea los confines de la tierra; no se fatiga ni se agota, su inteligencia es inescrutable. Él fortalece al que está fatigado y acrecienta la fuerza del que no tiene vigor. Los jóvenes se fatigan y se agotan, los muchachos tropiezan y caen.
Pero los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, despliegan alas como las águilas; corren y no se agotan, avanzan y no se fatigan”.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 11, 28-30

Jesús tomó la palabra y dijo:
“Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y Yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana”.

Las dos lecturas de la eucaristía de hoy quieren consolarnos, darnos ánimo. Nuestra vida no siempre es “color de rosa”, a menudo vivimos conflictos, desánimos, problemas de todo tipo. También los vivió el pueblo de Israel. Sobre todo durante el exilio en Babilonia desde comienzos del siglo VI AC. Por eso el pueblo pierde el ánimo y piensa que “Al Señor se le oculta mi camino y mi derecho pasa desapercibido a mi Dios”, como dice la primera lectura. Ese pasaje del libro de Isaías forma parte de lo que hoy los biblistas llaman “el segundo Isaías” (Isaías 40-55), un autor desconocido que escribe durante el exilio en Babilonia para levantar el ánimo del pueblo desterrado, que ha perdido todo, no sólo la libertad, sino sobre todo que se ha quedado sin las cosas concretas en las que basaba su fe en que Dios cumple sus promesas: la tierra, la monarquía, el templo. Este profeta muestra que la fe se puede sustentar también en la fuerza creadora de Dios, visible en el universo en que vivimos; un argumento que tiene la virtud de ser universal, porque todos podemos ver el universo y maravillarnos de sus estructuras y del modo como funciona.

En el evangelio, el argumento de Jesús ya no es puramente racional como el que acabamos de ver. “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y Yo los aliviaré”, “aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio”. La persona de Jesús, su manera de vivir y de morir, dando su vida por amor llevado al extremo, es el cimiento sólido sobre el que podemos basar nuestra fe.

Como dice nuestro Tata Esteban:
“Sigo a un hombre que me cogió por el centro de la vida,
por mi profunda interior raíz,
por lo mejor de mí mismo.
Sigo a un hombre que me quiere libre, sin cadenas.
Sigo a un hombre que, siendo mi Señor, es mi mejor amigo”.