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En La Candelaria el pueblo «hace flores de las penas, sale adelante y baila con alegría… a veces llorando, pero ¡viva la Vida!»

«Juntos con María, trabajamos por una Iglesia sinodal» reza este año el eslogan en el programa de la Fiesta Grande de Nuestra Señora de la Candelaria, que se realizada en Copiapó, del 25 de enero al 5 de febrero.

En esta gran y masiva fiesta religiosa del norte, participa la comunidad de hermanos que reside en Diego de Almagro, integrada este año 2024 por Gabriel Horn, Rafael Domínguez, y René Cabezón (quien reemplaza a Alex Vigueras destinado a la pastoral del Colegio Manquehue, en Santiago). A ellos se ha sumado el hermano profeso de Francia, Antoine Mennecier, quien realiza su año pastoral en la comunidad de San José de Libertad, en Merlo (Buenos Aires), y que fue invitado a participar especialmente en esta experiencia de religiosidad popular en Chile.

Cada día de celebración tiene particularidades. Así, por ejemplo, las cofradías de bailes religiosos abrieron el programa con la Novena y el traslado del Santo Cristo. Los migrantes, mujeres, enfermos, niños, jóvenes, y familias, han tenido sus eucaristías especiales. La celebración del jueves 1 estuvo dedicada transversalmente a la Reconciliación. Los días de fiesta correspondientes a sábado 3, domingo 4 y lunes 5 de febrero, hay misas con los mineros y trabajadores, los chinos difuntos y la gran eucaristía solemne.

Son alrededor de 40 mil peregrinos que cada año asisten a la fiesta de la Virgen de la Candelaria en Copiapó, destacando entre ellos a los mineros de la zona para quienes esta celebración tiene un significado especial pues ven en la Virgen una luz y guía en sus vida y sobre todo en sus frágiles condiciones laborales.

La Candelaria sostiene la esperanza

«La fe de este pueblo a uno lo motiva y también lo descoloca», comenta Gabriel Horn. «Siento que uno se enfrenta a una realidad de fe tan distinta que hace darme cuenta de que mi propia fe como cura también es débil».

«Viniendo de Francia –dice Antoine Mennecier– podría sentirme sorprendido por esta festividad del norte de Chile, por este tipo de expresión de la fe. Pero de verdad, a pesar de que las formas (de practicar la religión aquí) cambian en relación con otras que parecen más interiores, esta también es una expresión íntima del corazón en la manera de agradecer a Dios y de honrar a la Virgen».

«Veo todo muy bonito y además me hace recordar que la encarnación es muy concreta y de este modo es algo profundamente espiritual. Muchas veces nos falta eso porque nos quedamos en lo abstracto, sin embargo, aquí se constata que todo se puede ofrecer a Dios porque Dios lo creó todo», afirma el hermano galo.

Gabriel añade: «Hoy fue la celebración de los niños y fue de tanta fe, de tanta alegría y devoción, que es muy profunda para la vida. Eso es lo que me pasa en esta fiesta. Todo es con baile. Conozco mucha gente que baila y que tiene sufrimientos tremendos. Pero este pueblo hace flores de las penas, sale adelante y baila con alegría… a veces llorando; baila como diciendo ¡viva la vida! La fe me hace caminar, la Virgen me hace caminar y me hace ser fraterno y solidario».

René concluye: «Hoy los santuarios y la fe del pueblo nos ayudan a sostener la esperanza llena de alegría y devoción Mariana y agradecida de Jesús, nuestro hermano y Señor».

En el norte y sur

Esta advocación mariana se manifiesta en el norte y sur del país, pero su festividad más concurrida tiene lugar en Copiapó, en la Región de Atacama. El 2 de febrero es la «Fiesta Grande», y el 15 de agosto se celebra la «Fiesta Chica» en el contexto de la Asunción de la Virgen.

En el santuario de Copiapó hay una pequeña figura hecha de piedra plana de tan solo 14 centímetros de altura. Se le denomina Candelaria porque tiene en uno de sus brazos al niño Jesús, y en el otro una candela encendida.

Historia del culto

La historia indica que la imagen fue descubierta por el arriero Mariano Caro Inca, en 1780, quien la encontró en las cercanías del Salar de Maricunga. Posteriormente fue llevada al «pueblo de los indios» (lo que actualmente es un sector de Copiapó que se conocía como Pueblo de Indios de San Fernando) y desde allí comienza su veneración.

La tradición popular sostiene que fue la propia Virgen la que lo llamó a su encuentro. El arriero al ser atrapado por una tormenta cordillerana, divisó a lo lejos una tenue luz corriendo que siguió. Así encontró una cueva donde pudo refugiarse de la tempestad.

El culto a la Virgen de la Candelaria en Chile surge principalmente en la época colonial aunque tiene antecedentes anteriores en Concepción y Carelmapu. Al igual que en otras partes de América, su origen está en el descanso y abastecimiento que los conquistadores españoles debían hacer en las costas de las Islas Canarias. Allí, ellos se encomendaban a la Candelaria para partir rumbo a América.

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