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Ascensión del Señor 2016

Por Rafael Domínguez ss.cc.

Hch 1,1-11; Ef 1,17-23; Lc 24,46-53

Quisiera destacar dos palabras esenciales en nuestra experiencia de discípulos(as) del Señor Jesús: testigo y alegría.
Ser testigo de Jesús, no es solamente tener la creencia en los contenidos de la fe de la Iglesia. Lo más importante, es que seamos reconocidos por el amor, ese es como nuestro «carnet de identidad», o al menos al «carnet» que estamos llamados a hacer vida.
Muchas veces, puede parecernos como una tarea simple la de amar, entendiendo el amor como un mero sentimiento, siendo que es mucho más. Nos puede parecer simple porque es una palabra muy banalizada, dado que su sentido más profundo no es muy cómodo en nuestra sociedad actual, más bien nos desinstala y nos exige salir de nosotros mismos, muchas veces dejar de lado o postergar nuestras planificaciones. No es fácil amar, no es fácil ser testigos de Jesús.
Ahora bien, por qué nos costará tanto, si él nos ha ofrecido su ayuda permanente, hemos recibido tanto amor. San Agustín decía que no se ama lo que no se conoce… Para seguir a Jesús y ser sus testigos, estamos llamados (as) a conocerlo, para ahondar en su amor misericordioso, ahondar en su ternura y profundizar en su Palabra. Así, nos iremos sintiendo más alentados, contentos, con deseos de mayor entrega, con más decisiones a amar en el corazón y desde el Corazón de Jesús. Esto es parte de ser testigos -imposible agotar este tema-.
La segunda palabra, la alegría, es consecuencia del ser testigos del Señor, cuando se vive en coherencia el ser seguidores de Jesús. Alegría que brota también de la certeza de esa nueva presencia de Jesús. Su ascensión, no es que Jesús nos abandonó, sino testimonio de su presencia nueva con nosotros, que cuando hacemos la experiencia de ello, no podemos sino estar con el corazón, con una alegría que irradia y contagia, llenando también nuestro corazón de esa paz que nos reclama el mundo.
Atención, testigos de Jesús, no olvidarse de andar alegres en el amor al estilo de Jesús.
Para nuestra Congregación, han sido regalos muy significativos, tantos testigos de Jesús, que nos han significado un profundo sentimiento de alegría y gratitud. Quisiera recordar a quien el 10 de mayo celebraremos de un modo especial, san Damián de Molokai; mencionar al beato Eustaquio y nuestros hermanos mártires españoles…Y de un modo especialísimo, por la oportunidad que tuvimos de conocerlo y que queremos verlo lo antes posible en la lista de los santos, nuestro querido siervo de Dios Esteban Gumucio.
Pidamos la intercesión de estos testigos de Jesús, para que su testimonio nos aliente a jugárnosla con nuestra fe y esperanza.