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Domingo 1 de julio de 2018

Por Sandro Mancilla ss.cc.

Sb 1,13-15;2,23-25; 2 Co 8,7-9.13-15; Mc 5,21-43

El libro de la Sabiduría impresiona cuando afirma tan claramente que Dios lo ha creado todo para que subsistiera, es un Dios de la vida.

En ese contexto comprendemos una de las dimensiones más importantes de la misión y el apostolado de Jesús, devolver la vida donde –a causa del pecado- ha comenzado a reinar la muerte.

La gente, los creyentes de su tiempo, así lo fueron entendiendo, y por eso se acercaban a Jesús. Pero, ¿cómo se obtiene esa vida? Los personajes del evangelio aparecen realizando gestos muy concretos como echarse a los pies de Jesús o tocar su manto. Así, una primera cosa es acercarse a Jesús, buscarlo, desear estar cerca de él, tocarlo. Lo segundo es rogarle con insistencia como lo hizo el jefe de la sinagoga y lo tercero es creer en él.

Quizás este último aspecto es el que hace la diferencia, es como si Jesús estuviera haciendo un juicio, calibrando la situación, para justificar el milagro de la vida. Dice a la mujer, después de que ella se ha expresado y ha reconocido lo que ha hecho: “tu fe te ha salvado”, esta constatación lo deja tranquilo; y a Jairo le dice: “no temas, basta que tengas fe”. La fe posibilita el milagro de la vida. Seguramente por eso Jesús esta vez echa afuera a todos los que se reían de él, porque no tenían fe y así ni siquiera vale la pena ser testigo del milagro.

En el evangelio vemos cómo se recobra la vida que la muerte o la enfermedad han arrebatado, por medio de la fe que se expresa en la cercanía con el Señor. Pero no son solamente esas las formas de recuperar la vida. En la segunda lectura san Pablo movido por la estrechez por la que está pasando la comunidad de Jerusalén motiva a los cristianos de Corinto a compartir lo que tienen. La generosidad que motiva la búsqueda de justicia e igualdad, devuelve la vida al que está en peligro y en necesidad. Donde reina la muerte por la carestía y la necesidad, vuelve la vida por medio de la generosidad y la justicia.

Estemos atentos a todas las expresiones de muerte que hay en nuestro alrededor, y luchemos contra ellas con nuestra generosidad y compromiso, pero sobre todo con nuestra fe en el Dios de la vida.