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Segundo domingo de Adviento

Por Daniel Ignacio Trigo Araya
Postulante Congregación SS.CC.

La palabra de Dios le llega a Juan en el desierto…

El texto de hoy nos dice que “Dios dirigió su palabra a Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el desierto”, lo cual me resonó especialmente porque provengo del norte de nuestro país, específicamente de la comuna de Diego de Almagro, III región. Allí el contacto con el desierto es algo cotidiano, sol, piedras, arena, con cerros de colores a causa del mineral que tienen las colinas. En lo personal me evoca a un lugar deshabitado, con muy poca flora y fauna.

Actualmente vivo en Santiago, llegué a inicios de año a vivir en la comunidad del postulantado de la congregación y puedo decir que ha sido un desafío el tema de la jardinería de la casa, podar lo que no sirve, agregar agua donde está seco y observar una belleza distinta, percibir la fuerza de la vida; todo esto me ha servido para valorar las estaciones del año y contemplar cada proceso de la naturaleza.

En nuestra vida cotidiana, pasamos por momentos de soledad y silencio, es ahí donde Jesús nos habla, pero la pregunta es ¿qué cosa nos quiere decir? y la respuesta se nos dificulta porque siempre estamos tan agitados que no tenemos tiempo para escuchar la voz del Señor.

Hagamos un pequeño ejercicio de detenernos en nuestras actividades cotidianas y preguntémonos ¿qué cosa nos quiere decir el Señor en este tiempo?

El texto bíblico también dice: “Una voz grita en el desierto: preparen el camino del Señor, allanen sus senderos. Los valles serán rellenados, las montañas y las colinas serán aplanadas. Serán enderezados los senderos sinuosos y nivelados los caminos disparejos. Entonces, todos los hombres verán la salvación de Dios”.

Percibo allí que Jesús nos quiere invitar al desierto, pero no al desierto que yo o que ustedes conocen, sino más bien a la soledad y el silencio en nuestras vidas, sin temor, confiados en su palabra.

El bautismo cristiano es sinónimo de renovación, quizá debiéramos renovarlo, reactualizarlo hoy en nuestras vidas, nuevamente bautizarnos pero la diferencia de este bautizo sería darnos cuenta de qué cosas estamos haciendo mal, para que miremos nuestra vida y hacer un proceso de conversión de nosotros mismos/as, rellenar nuestros vacíos, enderezar nuestras sendas y así preparar el camino para que Dios llegue a nuestras vidas…

En nuestras soledad Jesús, siempre estará hablando a nuestros corazones para que preparemos/reparemos los caminos de nuestra existencia. Así, sin darnos cuentas iremos enmendando los errores que hemos cometido y caminaremos así hacia el gran desafío presente en la actualidad, de estar en comunión con nuestra hermana y nuestro hermano. Cuando seamos capaces de estar reconciliados con los demás, estaremos en condiciones de profetizar o mejor dicho, de anunciar como Juan, la misericordia de Dios.