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Fiesta de Pentecostés

Por Comisión de Pastoral Juvenil SS.CC.

Este domingo celebramos como iglesia la fiesta de Pentecostés, es decir, la venida del Espíritu Santo. En muchos lugares se realizarán el fin de semana vigilias nocturnas para preparase para esta venida. ¿Qué significa la venida del Espíritu Santo? ¿Es solamente algo del pasado que recordamos, como algún hecho de la historia de nuestro país? ¿Cómo nos afecta a nosotros hoy, en el año 2017? Veamos algunas buenas noticias que nos entregan las lecturas bíblicas de este domingo.

En la primera lectura, en ese relato tan especial, lleno de imágenes y símbolos, tenemos la experiencia de los discípulos que viven un cambio. Algo les sucede, sienten la convicción de salir y anunciar, como si un fuego les ardiera en el corazón y los llevara a comunicarse de una forma única. Esto podría haberse convertido en un caos comunicacional, ya que todos hablaban al mismo tiempo, y todos con ganas de decir algo, de darse a entender. Pero esta diversidad de personalidades, de mensajes y experiencias, se comparte con el resto de los habitantes de Jerusalén de manera clara. No es una palabra que excluye al resto, sino al contrario, permite que cada uno se sienta parte de esta buena noticia. Este es el Espíritu Santo, el que permite la unidad en la diversidad. Por eso decimos que desde el Espíritu Santo nace la Iglesia, porque posibilita la común-unidad, la comunidad entre todos los presentes.

La segunda lectura va en la misma sintonía. Utilizando la imagen del cuerpo, que es uno y tiene muchos miembros, que es diverso pero cada uno aporta algo para la armonía y bienestar del conjunto, San Pablo nos dice que los carismas y dones que hemos recibido, las capacidades y cualidades que tenemos, lo que somos y las oportunidades que hemos tenido, tienen sentido desde la común-unidad. No son solamente recursos para que cada uno sea más grande, más importante o más exitoso, sino que se vuelven una riqueza si se comparten para el bien común, que tienen sentido cuando ayudan a que otros puedan crecer. Eso es lo que genera el Espíritu Santo.

Y en el Evangelio, se dice que Jesús aparece en la vida de los discípulos justo cuando ellos estaban encerrados, cuando vivían con miedo, cuando estaban estancados o paralizados. Es por eso que sopla el Espíritu Santo y comparte con ellos un mensaje de paz y perdón, que no es solamente para ellos, sino que desde ellos se tiene que compartir con los demás, para que otros vuelvan a la común-unidad. Que linda la imagen del “soplo” de Jesús, por lo suave y tranquilo, por lo respetuoso del que lo recibe. No es un acto violento, agresivo ni obligatorio, sino que permite la libertad y voluntad del que lo recibe. La común-unidad nace no de imposiciones o esquemas rígidos, no de la uniformidad o alineación con una cierta postura, sino desde la libertad, desde la amabilidad, desde la suavidad de un encuentro que está lleno de paz y perdón. Esto se genera desde el Espíritu Santo.

La fiesta del Espíritu Santo, no busca ser la ocasión en el año para acordarnos de Él, para tenerlo presente y rezarle más de lo normal. De hecho el Espíritu no quiere ni necesita más protagonismo. Él siempre ha sido invisible y ha escondido su rostro en favor de los seres humanos, para que vivamos de una manera distinta.

Entonces, ¿cuándo y cómo celebrar la fiesta del Espíritu Santo? Acogiendo y tratando con respecto a los migrantes, alegrándonos que sean parte de nuestra comunidad; cuando dos niños comparten un juguete; cuando los jóvenes de IV medio deciden estudiar una carrera no para ganar más plata, sino para desarrollar sus dones en favor de otros; al incorporar en el curso al que se siente solo, o integrando a los adultos mayores en nuestra sociedad; al pagar los impuestos que me corresponden porque son para el bien de todos; al vivir la política desde el respeto y la escucha, no desde el “ninguneo” al otro; al ser consciente y escribir en las redes sociales desde la amistad cívica y corrección fraterna; cuando a través de la paz y el perdón nos reconciliemos con los que hemos nos sentimos lejos, los que hemos dañado o nos han dañado. Esto es lo que genera el Espíritu Santo. Y así, junto al salmista podremos decir: “Por tu Espíritu, Señor, se renovó la faz de la tierra”.