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Jóvenes y una iglesia con minúsculas

“Fuera del tiesto”, así se sintió Sergio Silva ss.cc. el sábado 3 de agosto mientras impartía el taller sobre conversión en la Iglesia a unos 25 jóvenes animadores de pastoral juvenil en la zona de Santiago. Seguramente muchos adultos nos hemos sentido como Sergio ante nuestros hijos, alumnos, o adolescentes que acompañamos en los distintos escenarios que compartimos con ellos. La brecha de años, los nuevos lenguajes y códigos, sus formas de relacionarse y entender el mundo, nos hacen experimentar a menudo a los “ex jóvenes” esa incomodidad de estar “fuera de onda”, como en un país extranjero.

A propósito de lo que plantea el Papa Francisco en Evangelii Gaudium (texto base del taller), “Sentí que no les interesa mucho la Iglesia ni su reforma. No les interesan las cosas de la institución eclesiástica”, cuenta Sergio, así de simple, así de breve. Sin embargo, durante la tarde de ese soleado sábado en la casa de la PJ en San Joaquín, la conversación fue llevándolos a todos a lugares en que sí pudieron encontrarse, incluso llegando a entenderse como parte de una iglesia, pero así, con minúscula, a escala humana, como comunidad de personas.

“Más allá de la institución eclesiástica, veo que lo que les interesa son otras cosas… les interesa seguir a Jesús, ayudar a los adolescentes que acompañan en sus dolores, sus inquietudes…”, cuenta Sergio y para él, la clave para sumarlos en la tarea de transformación está en “descubrir sus preguntas, sus anhelos, sus carencias y tratar de presentarles, a partir de ahí, lo esencial del evangelio, que es el amor misericordioso de Dios manifestado en Jesús, en su vida entregada por los demás, hasta el extremo de darla sin reserva en la cruz”.

Anice Tacla (20 años), asesora del CPJ La Anunciación, cree que entender a la iglesia como pueblo de Dios pasa por estar dispuestos a seguir a Jesús en su forma de amar y de relacionarse con los demás: “Ser parte de ese pueblo pasa por actuar como Él hubiera actuado en mi lugar, pero realmente, trabajando con los más desamparados y en medio de un mundo moderno (…) Llegar a la perfección no lo considero posible como humanos, pero sí podemos cultivar una cultura ética para ver al otro como un compañero”.

¿Qué rol les toca a los jóvenes en el paso de ser un grupo de gente que sigue ciertos ritos y costumbres a una comunidad de auténticos seguidores de Cristo? Para Anice los jóvenes pueden aportar algo esencial: “aunque todos somos responsables –adultos y jóvenes- de construir este camino, nosotros podemos sentirnos privilegiados por estar en una etapa que nos permite vivir el cambio y a la vez transmitirlo. Es como un peak en nuestra vida donde debemos decidir hacia dónde ir y a quién seguir… esto siempre lo podremos hacer, pero es ahora, como jóvenes, cuando más nos sentimos llamados a decidir y a trabajar por lo que el corazón quiere”.